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Un pato feliz

Los graznidos de los patos están llenos de sabiduría, pero es algo que sólo pueden apreciar otros patos. No sé por qué vericuetos semánticos la palabra francesa canard (pato) ha llegado a significar «periódico». Tal vez porque graznamos sin cesar y no siempre con sentido. El caso es que uno de mis mayores placeres es enfrentarme a un vuelo de ocho o diez horas con el último número de Le Canard Enchaîné. Los quioscos de ciudad o de aeropuerto pueden ser de dos clases: los buenos tienen el Canard, que acaba de festejar sus cien años con número extra.

Hay muchas clases de revistas de humor y en España hubo algunas de las mejores en términos absolutos: La Codorniz, Por favor y, sobre todo, Hermano lobo, pero ninguna cumplió un siglo (en valenciano ninguna duró mas de dos temporadas, después de 1939), no sólo porque a la autoridad la sonrisa le parece sospechosa y la carcajada un acto subversivo, sino porque el propio lector es liviano, abierto a las novedades, pero bastante frívolo y a la espera de la galletita de la fortuna del chino: me incluyo. El Canard no es tan claro y rotundo como Charlie hebdo y mucho menos salvaje que Mata-Hari, que creo que ya no se edita. Es la obra del ala disoluta de la política, de sus glosadores irrelevantes, la tarea de un espécimen muy particular que todos hemos conocido en el instituto: el empollón gamberro, arrebatado.

Aún me da risa recordar que el Canard destapó la adquisición por Jacques Chirac de una especie de chateau considerado patrimonio nacional (la restauración le salió casi gratis). A Chirac le gustaba pasearse en cueros por el jardín (lo que permitió al periodista afirmar que Francia tenía un magnífico timón). No contento con eso, incorporó a la propiedad un trozo de prado y el riachuelo que lo abrazaba: ya tenía foso, como un rey carolingio. El Canard le ganó un pleito a Jean-Marie Le Pen, del que dijeron „y era cosa comprobada„ que practicó la tortura durante la guerra de Argelia. A raíz del atentado a Charlie pusieron en boca del maestro Cabu: «Venga, muchachos, no os dejéis abatir». Larga vida al Pato.

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