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Haciendo amigos

En pocos días, los franceses (el estado más exitoso de Europa) han descubierto su enorme vulnerabilidad (y el paraguas nuclear no protege contra semejantes aguaceros), los británicos se han visto, de repente solos (cuando lo que pretendían era, tal vez, hinchar el pecho un poco), a los polacos les ha reñido Obama por ser tan poco apegados a los usos liberales, hay rearme en la frontera oriental europea y los guardianes de las bocas del Bósforo, los turcos, nos obligan a elegir entre un golpe de Estado militar (nefasto en sí mismo y por definición) y Erdogan, un caudillo islamista al que le gustan las libertades tanto como las medias con costura a un mariquita: para ponérselas él por montera.

Todo eso sin contar la antigua y purulenta llaga de Palestina, la disolución de Libia en taifas, donde el collar de la paloma es un peine de balas, y la guerra abierta de Irak a Afganistán pasando por Yemen. Con tanta balacera, raro sería que no nos tocara alguna. Porque no somos inocentes: ni Europa ofreció un estímulo a Erdogan para seguir por el camino laico, ni hacía ninguna falta derrocar (intentarlo) a Al Asad, a Sadam Husein y a Gadafi. Ni avalar golpes de Estado contra mayorías islamistas en Egipto, en Gaza, en Argelia (la primera de todas). Puede que los islamistas nos fueran hostiles, es posible: pero nuestros actos nos avalan como hostiles a ellos. Mal negocio.

Europa ha decidido suicidarse sin prisas y mirando a otro lado. Con asombro y pasmo. Siempre hubo moros trabajando en Europa, sólo ahora vemos a los refugiados como amenaza y no somos capaces de integrarlos ni siquiera por la vía interesada de la explotación. Cada vez que Europa no sabe nombrar sus riesgos y sus enemigos y toma una vía escapista de racismo y burricie, llega el desastre. Sumen a eso lo que Enric Juliana llamaría la venganza de la geografía: Estados Unidos está a más de siete mil kilómetros del país musulmán más cercano. Nosotros, los griegos y los italianos, apenas a unas decenas de kilómetros de países en los que hemos hecho de todo: de todo, menos amigos.

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