Este es el título de un curso de verano de la Universidad de Alicante desarrollado entre el 18 y el 19 de julio en la Sede de Villena, magníficamente dirigida por Antonio Martínez Puche. Son muchos los indicadores que nos llevan a pensar en un cambio climático, relacionado en mayor o menos medida con el aumento de las emisiones de CO2 de origen humano en los últimos tiempos. Sean o no ciertas todas las cuestiones que se citan en este contexto, lo que resulta evidente es que es exigible un cambio en la gestión de los recursos territoriales que nos acerque a la sostenibilidad. De esta forma conseguiríamos no sólo frenar ese cambio, sino, sobre todo, adaptarnos a sus posibles consecuencias. En este proceso la buena gestión del agua es fundamental. Al margen de que todo lo apuntado por las previsiones del IPCC no tiene por qué cumplirse en toda su extensión, resulta muy necesario tomar conciencia de la necesidad de cambiar nuestro modelo energético, es más, nuestro propio modelo de vida y consumo. El 18 de julio Jorge Olcina nos habló de las principales repercusiones de ese cambio climático en el entorno mediterráneo. José Miguel Viñas, Robert Monjo, Juan José Villena, Rubén Torregrosa y yo mismo insistimos en la necesidad de mejorar las herramientas de comunicación en lo referido a estas cuestiones para evitar los sensacionalismos, las demagogias, los errores o, directamente, las invenciones, que vemos todos los días en los medios de comunicación de masas y en las redes sociales. El 19 de julio fue un día más dedicado a una correcta gestión de los recursos, necesaria, se cumplan o no los escenarios del IPCC. María Vallés, Fabián Reynolds, Sergio Sánchez y Álvaro Morote nos enseñaron diversas herramientas de mejora en la gestión del agua pero no desde la oferta sino desde la demanda, haciendo especial incidencia en el uso de recursos no convencionales como los caudales de los pluviales urbanos o las aguas grises. Por último, María Hernández, codirectora del curso junto a quien escribe, insistió en recordar la necesidad de recuperar o mantener tareas vinculadas a los paisajes agrarios, no ya en su función productiva o estética, sino como auténticos sistemas de defensa ante determinados riesgos naturales. Casi 20 alumnos estuvieron a la altura e interactuaron magníficamente de modo que todos esperamos que estos cursos se reproduzcan, porque son realmente necesarios.