¿ Qué está pasando en realidad en nuestro país? Nada más y nada menos que un fracaso del inicio de una cultura democrática. Y es una pena: el pasado 26 de junio, 7,8 millones de españoles le dijeron a los políticos que se pusieran de acuerdo los tres partidos constitucionalistas y gobernaran España en un clima de negociación y consenso: un gobierno de coalición que aúne esfuerzos, no pierda el tiempo en disquisiciones absurdas y se ponga a trabajar desde el minuto cero. Es la única manera de dar los primeros pasos en una nueva cultura democrática similar a la que impera en otros países europeos. Pero España debe ser especial, y este proyecto de diálogo político ha fracasado también desde el minuto cero.

Si al final acabamos en terceras elecciones pasaremos de ser el sur de Europa donde se veranea barato a un país donde se cuentan los mejores chistes políticos porque sobra el ingenio y falta liderazgo. Si esta irresponsabilidad ocurriera, el PSOE dejará de ser lo que siempre ha sido, un partido con experiencia de gobierno y numerosos fracasos en política económica porque centró sus esfuerzos en programas sociales, y Pedro Sánchez pasará a la oposición, pero dentro de su partido porque será defenestrado en unas primarias. Y si volvemos a votar, Ciudadanos y Albert Rivera habrán perdido la oportunidad de demostrar que pueden ser un partido de gobierno serio y eficaz y no un grupo político que da vaivenes como en la noria. Y el gran vencedor será el PP.

Por estas y muchas más evidencias, Felipe VI, como rey de una monarquía parlamentaria, debe diseñar las estrategias y formulas más creativas posibles, que impidan unas terceras elecciones. Y le sugiero algunas: si la investidura fracasa, los diputados deben devolver su sueldo o incluso no cobrarlo porque han perdido su puesto de trabajo y deben pasar al paro; que reúna a los tres líderes constitucionalistas y si no llegan a un consenso, en una jornada de trabajo o un fin de semana, enciérrelos con llave como en los cónclaves de la Edad Media sin alimento alguno, para que decidan lo mejor, en cuanto tengan hambre. Y si preside las conversaciones y dirige el turno de palabra, mucho mejor. Y con un menú sobrio que impida la siesta y facilite la concentración. Hágalo, por favor.