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Un reino mágico

Hay geografías prodigiosas que resumen y enraízan a un pueblo, al modo de esa montaña roja de los indígenas australianos, todos somos indígenas o hideputas, hay donde elegir. Yo he comprobado como mis pasos se volvían mullidos y flotantes en el santuario gallego de San Andrés de Teixido, donde «vai de morto o que non foi de vivo». Había una cerca donde llameaban sujetos votos de colores agitados por el hálito del océano, como banderas budistas rezando trémulas al aire del Himalaya. España tiene su Covadonga y Catalunya su Montserrat. George Borrow, el inglés que quiso vender biblias en España y casi lo flechan como a san Sebastián, quizás lo intuyó. Pero la Biblia con todos sus personajes y zarzas ardientes eran del obispado, so hereje.

He ido a Tortosa, donde hemos hablado de la novela «La filla del capità Groc» su autor Víctor M. Amela y un servidor, dentro de La ruta dels tres reis. Esa ruta, un invento turístico y cultural, celebra la tradición del pacto, tan ausente estos meses. Mientras o poco después, Joan Francesc Mira hablaba en Morella de la novela «La sega» de Martí Domínguez y Peridis presentaba «La maldición de la reina Leonor» en Alcañiz, tercera pata de este territorio de carlistas y brujas caspolinas, de conventos mal amortizados y resurgidos, de diablos de Forcall y vinos de la Terra Alta. De cátaros refugiados y templarios reconvertidos. Del padre Ebro. De la resistencia contra toda esperanza en las sierras de Cavalls y d´en Pàndols contra el felón Franco: ochenta años de infamia.

Sí, aquí vive la vieja España, tanto o más que en el páramo soriano: en esa rótula, artrítica por poco uso, se articulan Aragón, Cataluya y Valencia; el Maestrat, el Baix Ebre y el Matarraña, y por cañadas y galianas conecta, en efecto, con Castilla, tras pagar peaje en el Moncayo y el llano numantino ¿O es que los romanos eran tontos al fijar su capital en Tarragona? Les avalaban oleadas de pámpanos, rocas surgidas de la matriz cálida de mares interiores, caracolas de piedra ensimismada, un reino mágico: pura novelería.

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