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La herencia del macartismo

Parafraseando a Quico Pi de la Serra, «era un dia gris a Madris». En el Gotha valenciano del tripartito y en la patronal y aledaños se celebra la elección de Ana Pastor como presidenta del nuevo Congreso de los Diputados y su cese por tanto en la cartera de Fomento, un ataché del que han salido pocas alegrías para los valencianos. Pastor encarna el liderazgo grisáceo o el no-liderazgo, que es lo que triunfa hoy en día pues es del mismo costillar que Rajoy. Pastor es, no obstante, de lo mejor que queda en el PP y de lo más decente y ya no llama la atención que a la vera de la presidenta, en la mesa del Congreso, no haya ni un miembro del PP valenciano pues el PPCV sigue en cuarentena para Génova. Algo por otro lado habitual en todo el arco político. La invisibilidad valenciana, el veto al grupo parlamentario de Compromís y otros ectoplasmas son hechos de una recurrencia avasalladora.

El tren. En la semana del 18 de julio hay quien podrá ver un mensaje positivo en la reedición virtual de la CEDA en el condumio del PP con Ciudadanos y el apoyo puntual de los nacionalistas de derechas que asoma en el horizonte para apuntalar el futuro gobierno. Puede que la próxima presidencia de España esté avalada por los nacionalistas con pedigree y que eso contribuya a un viraje a barlovento en la geoestrategia de la inversión. España es un estado radial desde el 18 de julio del 36, si no antes, y si el poder periférico logra rediseñar las prioridades de Fomento para compensar al olvidado arco mediterráneo -principalmente en su flanco meridional- significaría un gran alborozo. Porque de momento aquí ni soterramiento de vías, ni el tren de la costa, ni corredor mediterráneo€ el tren de Fomento en la Comunitat Valenciana es el de la bruja.

Legislatura inestable. Ahora bien, si alguien imagina que la salida de Pastor abrirá los ojos del gobierno entrante para que por fin se atiendan las reivindicaciones valencianas, o no quiere ver o no entiende de qué va esto. La política las hacen los gobiernos, no las personas y una cosa es que una señora cirujana que se perfila la sombra de los ojos de color verde -como nuestras madres- no haya mostrado ningún espíritu maternal hacia la Comunitat Valenciana y otra que su traslado a otros menesteres llegue a reportar alguna alegría a nuestra comunidad. Más bien al contrario. Se avizora una legislatura inestable e hipotecada, el peor escenario para que aumente la inversión y se resuelva el drama financiero valenciano.

Invisibilidad valenciana. Respecto a la ausencia de valencianos en lugares de responsabilidad -ni en el gobierno saliente, veremos en el entrante, y desde luego no entre los elegidos a acompañar en la mesa a la presidenta- poco que decir. El PPCV sigue siendo una formación bajo sospecha, hacia la que Génova profesa la virtud de la distancia y eso que se trata de una filial que cultiva la obsecuencia. En la gestión de sus intereses nos deja una de cal y una de arena. Al menos se han despertado pronto de su candidez sobre el futuro Consell Rector de la futura tele pública. Dicen que no les gusta el candidato a presidir la cosa, que es amigo de Ximo Puig. A ver ¿qué esperaban? ¿Y creen, realmente, que los lazos familiares de Josep López son un problema? ¿No será su filiación? Claro que López es afín al PSPV -no conozco periodistas sin ideas- y ni siquiera eso le invalidaría para presidir el invento. Lo que sucede es que llevamos tantos años distribuyendo ora vetos, ora certificados de idoneidad en función de complejos y obsesiones -cuando no practicando el macartismo- que va a ser difícil que alguien con una mochila tan cargada como el «Tigre de Picassent» resuelva lo de ser declarado «apto» por aclamación. Suerte.

Candidez y virtudes. El PPCV, inocente en algunas cuestiones y designaciones, demuestra madurez en otras. Isabel Bonig exhibe virtudes de líder. Recogió el testigo en una situación muy compleja por la corrupción, se rodeó de un equipo que está resultando leal y eficaz -con Eva Ortiz de solvente «segunda»- y acertó al traer al tablero de las elecciones generales una evaluación anticipada de la gestión del tripartito. Al PPCV lo que más le interesaría, realmente, es que en 2019 la cosa dirimiera entre dos mujeres. Sin embargo, si Bonig pretende conquistar el pastel electoral del centro que Ciudadanos desprecia en Valencia con sus veleidades e indefiniciones, debería suavizar el tono, modular el énfasis lapidario y matizar determinados brindis al sol por demasiado evidentes, como su estrategia imposible ofreciendo a Ximo Puig su ayuda para que prescinda del báculo de Compromís.

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