Algo está cambiando en el mundo. Hace unas noches quedé boquiabierto y encadenado al televisor, por el llamamiento de un presidente elegido por las urnas, invitando desde su móvil y divulgado por una televisión a que los ciudadanos salieran a la calle en contra de las órdenes dadas por unos militares golpistas. La noche se preveía larga y las informaciones confusas; lo único cierto eran los teléfonos móviles que agotaban la batería por su uso y la decisiva actitud de los desgastados ciudadanos que se enfrentaba a los fusiles con una simple arma que incorporaba una cámara de vídeo de baja resolución, dispuestos a que el mundo se enteraba del minuto a minuto de los acontecimientos.

A las dos de la madrugada y después de varias horas de incertidumbre, el presidente aún no estaba localizado y hacía pensar en el triunfo de los golpistas. Ni un comunicado posterior del presidente salvo el primer llamamiento, solo los militares enfrentados a un número cada vez mayor de gente manifestándose en la calle, con móvil en la mano derecha y una bandera nacional en la mano izquierda. Solo el cuerpo humano desarmado, dispuesto a contar la realidad en vivo y en directo, frente a los fusiles de los militares cada vez más confundidos por la actitud de la tan manida palabra ciudadanía.

Luego, vista la situación, comenzaron los comunicados, siempre tarde, siempre a destiempo. Primero Rusia con el simple deseo de que no se derramara sangre. Luego los demás „incluso Pablo Iglesias fue más madrugador en su comunicado„ recordando a las naciones que los cambios de gobierno se hace en las urnas, adelantándose al mismísimo presidente de EE UU (por otro lado el mejor presidente posible que ha tenido esa nación, dado el grado de violencia que sufre y la dificultades que encuentra para desarmar a su población, paso necesario para reducir el alto nivel de violencia).

Escuchando el relato de los acontecimientos no pude por menos que recordar nuestra historia y el comportamiento ante una situación tan similar como verosímil. En el 23F nadie salió a la calle salvo para deshacerse de listas y registros comprometedores, nadie puso un punto sobre la i en ninguna cadena, hasta muy avanzada la noche (creo recordar que solo el presunto corrupto Jordi Pujol se la jugó, denunciando el golpe de Tejero y el establecimiento del orden constitucional por medio de su querida televisión catalana, poco después de producirse).

En cuestiones de golpes militares parece que el tiempo es el factor determinante y una vez más echamos de menos la inmediatez de sus más que dudosos aliados. Ni la Europa democrática, ni la todopoderosa OTAN se pronunciaron. Fue la gente la que suplantó a los que tienen la responsabilidad de actuar rápido, contundente y seguro. Algo está cambiando en el mundo, porque la información es inmediata; el que dispara puede ser visto por millones de personas que le juzgarán por su cobardía y el que muere con una sola arma, el móvil, de la que todos desde aquí reivindicamos, será un héroe. No más fusiles, no más bombas, no más camiones asesinos, solo la palabra, solo la acción no violenta con móvil en mano, para que pueda ser retransmitido en directo por unos hombres desarmados.