El PSOE tiene motivos para estar perplejo, preocupado e incluso indignado por lo que ha sucedido después de las elecciones del 26 de junio, por comparación a lo sucedido después del 20 de diciembre. En efecto, tras el 20D el PSOE con solo 90 diputados, el peor resultado de la democracia, parecía enviado a la oposición por los ciudadanos. Pero Pedro Sánchez y Albert Rivera urdieron una operación de gran imaginación, pues suscribieron una coalición para la investidura de Sánchez, y un programa de gobierno más que razonable para nuestro tiempo de crisis. De acuerdo con las leyes que rigen nuestro sistema parlamentario, la coalición PSOE-Ciudadanos, con 130 diputados, era quien tenía la mejor posición para lograr la presidencia del Gobierno, pues ningún otro partido político o coalición sumaba mayor número de diputados. Pero nuestro sistema parlamentario exige para obtener la investidura o bien 176 votos parlamentarios, o un menor número de votos a favor, siempre que el número de abstenciones arroje como resultado final más votos a favor que en contra. Es decir, la coalición Sánchez-Rivera exigía para conseguir la investidura del primero la abstención de al menos 46 diputados. Era evidente que resultaba difícil conseguir 46 votos a favor, pues el PSOE vetaba al PP y Ciudadanos a Podemos. Y lo cierto es que intentaron la abstención, sin conseguirla, a la derecha de la coalición, con el PP, y a la izquierda, con Podemos. Ambos partidos políticos acreditaron que sus intereses partidarios estaban por encima de los intereses generales, sus diputados no se abstuvieron, la investidura se frustró y se convocaron nuevas elecciones que penalizaron al PSOE y a Ciudadanos.

Sorprendentemente, tras las elecciones del pasado 26 de junio solo tuvo lugar un cambio ligero de los resultados, el consistente en que el PP obtuvo más escaños que la suma del PSOE con Ciudadanos. Pero tampoco ha obtenido el PP la mayoría suficiente para que Mariano Rajoy pueda ser investido. Es decir, la situación del PP tras las elecciones del 26 de junio es idéntica a la del 20 de diciembre y, sobre todo, es igual a la pretensión del PSOE-Ciudadanos de que se invistiera a Sánchez. Pues el PP necesita que Ciudadanos vote a favor o se abstenga, y que además el PSOE también vote a favor o se abstenga. El PP no puede pretender un acuerdo con Podemos ni con los nacionalistas independentistas que acaparan el resto de los votos parlamentarios, pues en este último caso Ciudadanos votaría en contra de la investidura de Rajoy, como le acaba de recordar con motivo de los misteriosos 10 votos adheridos a sus intereses en la constitución de la Mesa del Congreso.

Lo sorprendente es que Rajoy, ahora, encontrándose en las mismas circunstancias en que se encontraba Sánchez después del 20 de diciembre, sin la mayoría necesaria para investirse, y menos para gobernar, exige al PSOE que vote a favor de su investidura o se abstenga. O sea, el PP quiere para sí lo que no quiso para el PSOE-Ciudadanos. Y esta especie de travestismo de Rajoy y del PP produce sonrojo. Al PP no le salen las cuentas.

Tiene razón el PSOE cuando le dice a Rajoy que debe buscar sus apoyos a la investidura al margen del PSOE. Es una venganza que merece el PP, en la nueva faceta amnésica de su comportamiento con el PSOE tras el 20 de diciembre. La única diferencia notable entre las actitudes del PP y del PSOE, antes y ahora, es que el primero sigue ofreciendo la coalición al segundo. Esta sería a nuestro juicio la mejor de las soluciones a la situación en que nos encontramos, aunque no parece posible y no vamos a insistir en ella.

Pero lo que no es aceptable es que el PSOE, más allá del pago al PP con la misma moneda, pretenda empujarlo a un pacto con los nacionalistas-independentistas. No es honesto que el PSOE quiera para el PP lo que no quiere para sí mismo, practicando una especie de juego perverso y frívolo, impropio de un partido que ha gobernado durante décadas. El PSOE sabe que su actitud, de mantener el no a Rajoy que ha anunciado, imposibilita su investidura y nos conduce a unas terceras elecciones. Porque, aunque el PSOE ha empujado al PP a negociar con los nacionalistas-independentistas, sabe que será difícil que Ciudadanos acepte acompañar a los nacionalistas para investir a Rajoy. O sea, el PP puede llegar a acuerdos con Ciudadanos o con los nacionalistas, pero no con ambos.

Todo el mundo lo sabe: es posible un gobierno integrado por el PSOE más Podemos más algunos partidos independentistas, pues en total suman 191 diputados. Cifra superior a los 169 escaños que suman PP y Ciudadanos, que quedarían al margen de dicho gobierno. No sería un gobierno de progreso, como dice Podemos, pues en la coalición que puede urdirse habría de todo (socialistas, populistas, nacionalistas, independentistas de izquierdas y de derechas, activistas, ecologistas y un largo etcétera con programas de gobierno difícilmente conciliables). No se parecería a un gobierno a la valenciana, sino al camarote de los hermanos Marx. Salvo al PSOE, del que no se duda de su sentido de Estado, nada les une a los demás que no sea liquidar al PP, al que ven como el origen de todos los males de la España que pretenden liquidar. Una coalición de esa naturaleza, incluso, podría descartar15 votos de los independentistas más radicales, pues para gobernar solo les harían falta 176 votos parlamentarios.

No creemos que un gobierno de coalición, presidido por el PSOE y acompañado por más de una docena de partidos políticos sea la mejor de las soluciones para nuestros problemas. Con toda probabilidad sería un gobierno-ingobernable desde el primer minuto. Pero es un gobierno posible. ¿Es ese gobierno el que quiere formar el PSOE, cuando Rajoy fracase en su investidura? Pues sin la abstención del PSOE la investidura de Rajoy es imposible, a la vista de los datos que antes hemos manejado y que todos conocemos. Y en ese caso, ¿por qué esperar a que Rajoy fracase en su investidura para presentar una alternativa de gobierno diferente a la coalición con Ciudadanos?

Señor Sánchez, acuda hoy a la Zarzuela llevando un acuerdo cerrado con Podemos y los demás partidos necesarios para obtener 176 votos, porque está a su alcance, dado el rechazo que el PP ha suscitado en la inmensa mayoría de los españoles. Sabe que si llega a un acuerdo con Podemos, y los demás necesarios para obtener la investidura, se expone y nos expone a muchos peligros, pero ¿por qué no confiar en su extraordinaria habilidad para sortear todos los obstáculos que se le presenten? Ahora bien, si ese no es el gobierno que usted quiere, absténgase en la investidura de Rajoy, permitiendo que gobierne, no incremente la ceremonia de la confusión. No es tiempo ni de venganzas ni de tacticismos partidarios, sino la hora de pensar en los intereses de los ciudadanos.