Según todos los síntomas, estamos de nuevo embarrancados. Los populares, con Rajoy a la cabeza, están encantados, y con razón, de sus resultados electorales. Siguen siendo el partido más votado, aumentando en número de votos y de escaños, y, a pesar de verse obligados a pactar con otras fuerzas políticas para obtener la investidura de Rajoy, lo veían relativamente fácil, comparado con el 20D.

Ponen toda su carne en el asador en la elección de la Mesa del Congreso de Diputados (la del Senado estaba garantizada al tener mayoría absoluta). Sus compinches naturales debían ser los Ciudadanos de Rivera, a pesar de sus descalificaciones y de jurar y perjurar que a los populares de Rajoy, ni agua. Los resultados de Rivera no fueron buenos, y se quedaban sin sillas en la formación de la Mesa que controla la vida y el quehacer cotidiano del Congreso de los Diputados. Comienzan los cambalaches. Los populares garantizan espacio y sillas en la Mesa a C´s a cambio de que la Presidencia fuera para Ana Pastor, además de garantizar que el centroderecha tendría mayoría absoluta en la toma de decisiones. Dicho y hecho.

Pero aparecen diez votos positivos fantasmas. El Partit Demòcrata Català (PDC), heredero de Convergència (Pujol, Mas...), y el viejo PNV vasco juran y perjuran que ellos no han sido. Si aplicamos el sabio aforismo latino cui prodest («a quién aprovecha»), resulta evidente la procedencia de los votos fantasmas. El PNV obtiene grupo propio en el Senado, y el PDC en el Congreso, lo que implica contar con importantes recursos económicos y una mayor capacidad de presencia operativa en las Cámaras.

A pesar de que sin tales fantasmagóricos votos de nacionalistas no hubieran obtenido una Vicepresidencia en la Mesa, Rivera y Cía. montan en cólera al sentirse traicionados por los populares al haber pactado con los separatistas y arman la marimorena. Rajoy calla, mientras su vicesecretario Fernando Martínez Maíllo, jura y perjura por Belcebú que «el PP no tiene ningún acuerdo con un grupo independentista ni lo va a tener». Rivera amenaza (incluso) con votar en contra, mientras está negociando con el PP las líneas maestras de los Presupuestos del 2017. De momento, el calendario previsto para la investidura, 3 y 5 de agosto, se ha ido al garete. Mientras, el rey lleva a cabo sus consultas. Hoy por hoy, la soledad política de Rajoy es un hecho. ¿Aceptará un virtual encargo del rey, aún no teniendo garantizado el éxito? Además, aun suponiendo que Rajoy obtuviera la investidura, de momento nadie garantiza la imprescindible estabilidad, al tratarse de un gobierno en minoría (en solitario o con C´s). Y un Parlamento plural exige capacidad y voluntad de negociación y pacto, factores que ahora mismo brillan por su ausencia.

La posibilidad de una alternativa real de cambio, en la actual coyuntura política, es una utopía. Unos y otros han gestionado estratégicamente mal los tiempos. El PSOE sigue enfrascado en sainetes internos que neutralizan cualquier posibilidad real de liderazgo alternativo por parte de Sánchez. A su vez, la urgencia ahorca, la derecha política, mediática, económica y financiera, vuelve a apretar las tuercas a los socialistas. ¡Ah!, y como no podía ser de otra manera, aparece un nuevo manifiesto firmado por personas ilustres de entornos sociatas exigiendo al PSOE «responsabilidad» en un momento difícil para España. Pero la abstención podría tener unos graves costes políticos, aunque fuera meramente técnica (evitar otras elecciones), o activa (no exigiendo ni sillas ni cargos, sino contrapartidas programáticas de relieve). Sánchez y su equipo siguen manteniendo el no, ubicándose en un hipotético gobierno de centroderecha en una oposición parlamentaria activa y propositiva. La madeja sigue enredada, ¿quién y cómo la desenredará?

Podemos, tal como confiesa el mismo Iglesias, ha pecado de ingenuo al creer que los partidos nacionalistas podían ser compañeros de viaje en un hipotético gobierno Podemos-PSOE. Y tal como opina el profesor Ignacio Muro en un óptimo análisis titulado Las guerras que Gramsci no conoció (y que Podemos no debió ignorar), «la derrota sufrida el 26J por Podemos indica que los contrarios han sabido sacar partido en los últimos seis meses de todos sus errores y debilidades y que se han adecuado mejor a los tiempos del conflicto político, mientras que el voluntarismo o la impericia de los dirigentes morados ha diluido sus puntos fuertes».

¿Conseguirá Rajoy superar sus soledades? De momento, el espectáculo está servido.