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Carlos alos

De Taula al triunfo electoral: un año en la montaña rusa

Isabel Bonig culmina en su mejor momento el primer año al frente de los populares valencianos tras asumir hace doce meses las riendas de una formación abatida y desnortada por la pérdida del poder autonómico tras 20 años. Ungida por Génova mediante intercesión de la entonces aún reverenciada en Madrid Rita Barbera, la exconsellera de Infraestructuras asumió el reto de capitanear la travesía del desierto que inauguraba la era post Alberto Fabra.

«Quedamos muy tocados; había gente en el PP que no sabía hacer oposición después de tantos años en el gobierno, internamente había mucho que hacer», rememora Bonig. Resultó fundamental mantener la estructura del partido y, sobre todo, evitar posibles fugas a otros partidos, en un tiempo en que las encuestas engrosaban a diario las expectativas electorales de Ciudadanos mientras se desmoronaban las del PP.

Pero si la organización conservadora estaba agotada en mayo de 2015 cuando cedió el poder al tripartito de izquierdas, el PPCV quedó abrasado apenas seis meses después, con el estallido del caso Taula y la detención y vergonzante desfile por los pasillos de la Ciudad de la Justicia de algunos de sus antiguos primeros espadas.

Por esos días ardió también el grupo popular en el Ayuntamiento de Valencia con la caída a los abismos de la exalcaldesa Barberá. Bonig se enfrentó a su madrina política tras exigirle que asumiera responsabilidades. Recibió respuesta en forma de mensajes amenazantes de la exalcaldesa mientras se agrandaban las graves sospechas de que durante años los populares valencianos concurrieron a las urnas con más combustible que aquel que le proporcionaban sus propios recursos y los de sus afiliados.

«Aguantamos dos meses de mucha presión y no era nada fácil, hemos pedido muchas veces perdón y creo que ya lo hemos pagado», resume la presidenta del PPCV.

Pero, el receso veraniego llega con Isabel Bonig consolidada al frente del partido, sin rival a la vista que le impida legitimarse ante los suyos en el próximo congreso autonómico del partido, aún por convocar, y con dos elecciones consecutivas que llenan el saco de votos del PP y le reafirman como fuerza política preferida por los valencianos.

Esos resultados electorales han relajado, de momento, el arrebato regeneracionista de los albores del caso Taula, cuando llegó incluso a plantearse la refundación del PPCV, con otro nombre, más valencianista y moderno y con más autonomía respecto a Madrid, en un congreso extraordinario a celebrar sin demora y en el que incluso tendrían cabida las elecciones primarias.

Pero siete meses después de Taula aún no hay fechas, aunque en el PP están convencidos de que el proceso modernizador ya no tiene vuelta atrás. El cónclave regional será «cuanto antes», pero siempre después de que se aclare el panorama político en España. Ayer su jefe de filas, Mariano Rajoy, dio el primer paso para intentar gobernar y asumió el envite de presentarse a la investidura. Sólo cuando se clarifique el horizonte llegarán las cuestiones de partido, con el cónclave nacional en primer término.

Mientras, los populares aseguran que los resultados electorales han dado oxígeno, animan la militancia y, sobre todo, permiten reforzar el mensaje de que en 2019 pueden recuperar los numerosos ayuntamientos que cayeron en manos de la izquierda y la propia Generalitat.

Además, doce meses después de heredar una organización en total depresión, el primer año de legislatura acaba con el tripartito de izquierdas en plena digestión de su mayor mayor fracaso político desde que pisan moqueta „como le gusta decir a Bonig„ la imposible, de momento, reapertura de los platós televisivos por falta de consenso en el equipo que debe dirigirla. Fricciones que abonan el recurrente discurso de Bonig de que la legislatura acabará antes de mayo de 2019.

El paréntesis llega también con los populares en plena operación de endurecimiento de su discurso, de vuelta a la esencias, y preparados para desplegarla contra el tripartito desde el primer día del nuevo curso, después de que Bonig y su equipo, fundamentalmente la coordinadora Eva Ortiz y los vicesecretarios José Juan Zaplana y Elena Bastidas, hayan interiorizado que el discurso del miedo al radicalismo ha funcionado a la perfección como arma electoral en las elecciones generales de hace un mes y se muestren dispuestos a explotarla sin complejos para debilitar a la mayoría de izquierdas en el Consell. «Esta estrategia nos viene muy bien, el discurso de la izquierda en educación, tradiciones, bienestar o libertades religiosas nos favorece», remarcan.

Mientras, la Margaret Thatcher de la Vall d´Uixó, una personificación que en absoluto disgusta a la lideresa popular reclama a los suyos que libren la batalla de las ideas y lo hagan sin vergüenza.

Ella es la primera convencida de que declararse abiertamente de derechas no le resta votos en absoluto por mucho que la izquierda valenciana considere que al PPCV es la representación de la derecha española más radical. Ayer mismo los socialistas hicieron su propio balance del primer año de Bonig: «Corrupción y con la exconsellera en entredicho tras su paso por Infraestructuras».

Pero, la combativa Bonig no se arredra. Admiradora de la dama de hierro británica „que en los 80 doblegó a las potentes fuerzas sindicales británicas„ ella misma es capaz de defender sin inmutarse que su partido es el que mejor representa los intereses de los trabajadores, mientras guarda una lista de altos cargos del tripartito que matriculan a sus hijos a colegios privados.

Así, aspira a convertirse en la primera mujer en ocupar la presidencia de la Generalitat en 2019. Ese año se cumplirán 40 del ascenso al poder de su admirada Thatcher, que en 1979 se convertía en la primera mujer en acceder al cargo de primera ministra del Reino Unido. Después se convertiría en la más longeva del siglo XX De su estilo agresivo a la hora de negociar nació el sobrenombre de dama de hierro, que los medios soviéticos bautizaron por su vigorosa oposición al comunismo.

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