Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Efecto Jato

Quizás el fracaso institucional que vuelve a dejar la tele pública en standby sea una parábola aleccionadora para quienes pretenden reeditar el sistema de poder falsamente diluido gestado por los gobiernos de Joan Lerma allá en la protoautonomía y corregido y aumentado posteriormente por los consecutivos gabinetes de Zaplana, Camps o Fabra.

La pertinaz insistencia del Consell actual „con más precisión del PSPV„ por imponer a un candidato que no gozaba de la bendición general „algo habitual con todos los optantes que lo fueron in nihilo tempore para la misma cosa„ ha propiciado que los interesados por reactivar la pantalla se dieran de bruces con la realidad. Se vuelven a apuntar las mismas maneras que llevaron a negro la TV. El reparto de despachos por cuotas o la invasión del organigrama por motivos espurios. Y ay si llega a superarse la fase actual de la carta de ajuste. Esa misma «cultura del reparto» habría condenado a la futura trirreme audiovisual a adoptar el estilo cremallera del tripartito. Así no se puede.

Frentismos. Es el frentismo cultivado con ahínco durante las últimas legislaturas lo que se revuelve ahora en contra de la resurrección televisiva. Sin embargo, como bien resume Ximo Puig al respecto, la tele es necesaria «no para este gobierno sino para la sociedad». Aunque siendo verdad lo segundo, admitirá el president que manca rigor en lo primero. La televisión pública es sin duda, además de otras cosas, el soporte tecnológico y narrativo que cataliza la realidad institucional sin el cual, en el siglo de las comunicaciones, la administración autonómica se convierte en simple ventanilla más para el ciudadano. Si me apuran, para quienes se preguntan para qué sirve una TV autonómica, les contestaré que, además, sirve para que los telespectadores tengamos una alternativa digna a «Tele-Jato» o una cadena en la que Marzà pueda mirarse sin echar mano de Antena 3.

Los vetos. Si algo ha evidenciado la abortada génesis de la flamante Corporació Valenciana de Mitjans Audiovisuals es que pasada una cuarta de legislatura el Botànic no es un jardín romántico sino más bien un feraz vergel tropical. Lo atestigua el juego de vetos, tensiones y palos en las ruedas que han llevado a los diputados a retrasar el nombramiento del nuevo «King maker» del Regne. Algo que se avizoraba, habida cuenta de la casuística de los últimos lustros, el perfil del candidato y esa ley no escrita en el imaginario político valenciano que reza: donde las dan las toman. El zasca de la derecha en esta materia obliga a la izquierda a cambiar de estrategia, tan propensa como es a la trinchera, el aquelarre ideológico o el ajusticiamiento público. Porque en la justicia también encontramos pifias. Por suerte la realidad es más rica que las portadas de los periódicos. Algunos escándalos están acabando en acuerdos o en archivos porque para bien de la sociedad democrática los jueces juzgan, no ponen titulares de prensa.

Jardines. Volviendo al temporal televisivo, las distintas sensibilidades que comparten el jardín botánico han cruzado reproches hasta en el patio trasero de Twitter. Sus representantes también han desfilado cabizbajos tras vetarse entre ellos a pesar de que en algún caso se deslizaban candidaturas alternativas cargadas de sentido. El preámbulo al nuevo amanecer catódico se ha caracterizado por el altisonante currículum del candidato López, los vetos diversos y una guerra corporativa periodística que enfrenta a los que estaban contra los que quieren estar. Todo ello vislumbra más una lucha por la posesión futura del mando a distancia que una preocupación real en devolver a los ciudadanos la herramienta audiovisual.

Traición. La alianza que sostiene el Consell ha mostrado sus vergüenzas por el fiasco de la pantalla y, sin embargo, quien más está sufriendo los dolores del pacto es Podemos. Un año después de servir de báculo para la presidencia de Puig el partido morado deambula como alma en pena. La semana empezó mal con el asistente «in black» de Echenique pero acaba peor. Antonio Montiel debería hacer cuentas sobre la irrelevancia de su partido en la Comunitat Valenciana. En un año le han tumbado la iniciativa para retirar privilegios a los expresidentes y su aventura en pos de RTVV. Se erigieron como máximos valedores de sus exempleados y también han fracasado. Un año de legislatura y Podemos ni suma, ni influye. La entrada en el Consell aliviaría, al parecer, el trance. Pero ¿es viable? ¿Están PSPV y Compromís en disposición de hacer sitio a Podemos en el gobierno? ¿Colocarán un alto cargo «morado» en cada conselleria? ¿Soportará esta administración un grado más de complejidad y conflicto al profundizar en el paradigma del gobierno cremallera?

El LAPSUS DE LA NADADORA

Paradójicamente, el lapsus de la presentadora Silvia Jato en un programa matinal de TVE en el que anda haciendo sustituciones de verano ha aliviado la presión sobre el Consell esta semana. Por más que escuchas el pasaje más sonroja al tiempo que te convence de que se trata de un lance tan desafortunado como involuntario. El caso es que entre desastres audiovisuales y medioambientales (la tele y los incendios) el tripartito se quedaba sin oxígeno. La pifia de la exnadadora ha permitido a los habituales voceros poner a caldo a la gallega, al medio en el que trabaja, a su novio y al sursun corda. Todo vale con tal de disipar el humo de las llamas locales o desviar la atención de lo que de verdad importa. Con poco éxito, por otro lado.

Compartir el artículo

stats