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Rajoy el sinuoso

Una vez más Rajoy es fiel a sí mismo. Dice a la vez una cosa y la contraria, de manera que siempre deja la duda en el aire, pero esta semana se ha pasado de la raya con su aceptación a beneficio de inventario del encargo del Rey para ser candidato a la Presidencia del Gobierno

Una vez más Rajoy es fiel a sí mismo. Dice a la vez una cosa y la contraria, de manera que siempre deja la duda en el aire, pero esta semana se ha pasado de la raya con su aceptación a beneficio de inventario del encargo del Rey para ser candidato a la Presidencia del Gobierno.

La Constitución y el Reglamento del Congreso son claros y no necesitan mayor interpretación. El Rey, tras la consulta con los líderes políticos de los grupos con representación parlamentaria, propone un candidato y se lo comunica a la Presidenta del Congreso (art. 99.1 de la Constitución, CE). Antes de esa propuesta formal puede tantear si la persona pensada para ese empeño acepta o no el encargo. En el oscuro ejercicio que hizo Rajoy de su candidatura en la pasada legislatura, no quedó claro si declinó una oferta formal del Rey, ni si éste llegó a transmitir por conducto oficial al Presidente del Congreso el nombre del candidato. Esperemos por bien de Rajoy y de Patxi López que todo quedase en el terreno de la informalidad. Lo jurídicamente cierto conforme al art. 99.1 CE es que si la persona propuesta acepta el encargo de formar gobierno, y Rajoy ha dicho que sí, el Rey se lo comunica a la Presidenta del Congreso, cosa que ya ha sucedido. A partir de este momento, el control del proceso de investidura ya no está en manos del candidato, sino de la Presidenta del Congreso. Ésta, según el Reglamento de la Cámara (art. 170), deberá convocar al Pleno para informar de la propuesta regia y señalar día para el debate de investidura.

Ana Pastor no puede actuar como muleta de Rajoy. Como Presidenta del Congreso no se debe ni a éste ni al PP; se debe a la Constitución y al Reglamento de la Cámara. En él no se establece un plazo concreto para convocar al Pleno, pero no puede dilatarse a gusto del candidato. Pasado un tiempo prudencial, por ejemplo, el que tuvieron en su día Aznar o Pedro Sánchez, la Presidenta debe convocar al Pleno. Constitucionalmente Rajoy no puede ya declinar el encargo, aun sabiendo, como en el caso de Pedro Sánchez en la pasada legislatura, que no va a obtener la mayoría requerida para ser Presidente. Según el art. 99.2 CE, el candidato propuesto está obligado a exponer ante el Congreso el programa político del gobierno que pretenda formar. Si pese a ello no se presenta a la investidura, además de ser desleal con la Constitución y salir de la política de la peor manera posible, la Presidenta del Congreso deberá comunicar al Rey lo sucedido y éste tendrá que hacer una nueva propuesta.

La política da muchas vueltas y hace extrañas combinaciones, pero, desde el anterior proceso de investidura, tengo para mí que Rajoy es el problema y su ausencia el inicio de la solución. Es inútil que entre en una negociación con quienes lo rechazan como capitán del barco, cualquiera que sea el rumbo que quiera acordar. Rivera se ha reblandecido, pero no hasta el extremo de prometer su voto a favor y los socialistas ya le han dicho no en todos los idiomas. Los nacionalistas de derechas o de izquierdas son los únicos a los que podría convencer, porque anteponen como valor supremo la financiación y la soberanía territorial. Sólo por esta vía podría obtener Rajoy la Presidencia, como alcanzó para el PP la Presidencia del Congreso. Ya sabemos que el electorado fiel del PP lo perdona todo con tal de ver a los suyos en el poder. Sin embargo, las concesiones en este caso tendrían que ser tan altas que volverían a endurecer la posición de Rivera.

Así las cosas, lo más sensato es que Sánchez y Rivera le informen de inmediato a la Presidenta del Congreso que no van a apoyar a Rajoy y que al menos los diputados socialistas votarán en contra cualquiera que sea su oferta, porque el personaje no es creíble y no debe pasar el cristal de sus cuatro años de gobierno sin mancharlo ni romperlo. De este modo comprometen a la Presidenta para que no sea connivente con las probables dilaciones de Rajoy el sinuoso, un experto en marear la perdiz, y convoque lo antes posible al Pleno. La investidura se convertirá en una moción de censura en diferido contra Rajoy por su política pasada.

Si, como es previsible a día de hoy, Rajoy no obtiene la confianza al no contar en el Congreso con más votos a favor que en contra, el Rey deberá hacer otra ronda de consultas y proponer a un nuevo candidato . Seguramente será el momento de que, una vez cobrada la pieza de Rajoy, PSOE y C's negocien con el PP un candidato de este partido que no suponga un veto inicial de estos dos grupos y que haga unas ofertas de programa que susciten el apoyo de C's o al menos la abstención de este grupo y la de los socialistas. El PP no debería negarse a negociar con la oposición un nuevo candidato de sus filas, porque, además de poner en un brete al Rey, sería tanto como anunciar sus preferencias por unas terceras elecciones, lo que constituiría una irresponsabilidad según las propias palabras de su hasta ahora líder. Rajoy aún no lo sabe, pero es ya un cadáver político sobre el que pronto comenzarán a sobrevolar las gaviotas.

(*) Catedrático de Derecho Constitucional

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