Las últimas investigaciones entomológicas han devuelto el optimismo a más de un agorero. Los científicos aseguran que ha remitido a ojos vista el inexplicable ahínco diurno de los bichos nocturnos. La sabandija de sumidero, la cucaracha coprófaga, el ciempiés excrementívago y el gusano asqueroso, que venían saliendo a deshora de sus infectos cubiles, han tropezado con algún repelente natural o sintético „todavía no hay conclusiones fiables al respecto„ que les ha puesto en vereda y hasta les ha obligado a retrocecer en algunas zonas muy concretas. La noctambulandia ortóptera, el insectario espeluzniforme que suele agitarse al calor de las humedades y las lobregueces había tomado gusto, animado por el silencio y el escaso movimiento de la noche, a brujulear calles, allanar moradas y bañar sus élitros en la luz tenebrosa de las farolas.

Todo indicaba que la tendencia iba para largo hasta que un miasma indefinido pero muy eficaz, un agente misterioso pero mortífero ha puesto coto a la marabunta. Algo ha hecho que la fauna de alcantarilla regrese a sus entornos habituales ante la euforia de muchas personas que, pese a no aparentarlo, miraban de reojo los imbornales cuando se acercaba el crepúsculo y rociaban con insecticidas de variado espectro las rendijas de las puertas y las holguras de las ventanas. Nadie ha querido nunca bichos en casa, y mucho menos verlos bullir en pleno día, dejando sus plastrones al sol y cometiendo sus roeduras en presencia de los animales racionales. Lo que había comenzado y lo que podía llegar a ser si nada lo controlaba no era normal, por mucho que ciertos observadores, poseídos de una curiosidad morbosa, rechazasen a grito pelado cualquier intervención.

Los bichos no deben corretear en los platos, chapotear en los inodoros, colonizar los armarios, anidar en los colchones ni asomarse por los pliegues de los billetes, de modo que la naturaleza, por sí misma, los ha puesto en su sitio. Ellos lo intentaron, aprovechando primero las facilidades de la noche y lanzándose luego, animados por el éxito inicial, a invadir amaneceres y hasta mediodías. Pero ahora están en franca regresión. Debe ser que no resisten tanta claridad; que les quema tanta luz. Eso debe ser, aunque de momento no se conocen datos oficiales.