Río de Janeiro ha inaugurado unos Juegos Olímpicos marcados por importantes deficiencias, que se unen a los problemas económicos, políticos y sociales que arrastra Brasil desde hace años, quizás acrecentados en los últimos meses por la mayor proyección que supone celebrar un evento de estas características. Todo ello ha producido que desde hace tiempo se esté cuestionando la idoneidad de haber elegido la candidatura de este país para albergar tan importante cita del deporte internacional, ya que en muchas ocasiones se emplea por los gobernantes para disimular las deficiencias que arrastran en su gestión y llevar a la máxima expresión aquello de pan y circo, como inicialmente parecía que era la intención de la presidenta Dilma Rousseff, acuciada por sonados casos de corrupción y apartada del poder provisionalmente desde el 12 de mayo.

Si bien todo eso es cierto, también resulta imprescindible subrayar los aspectos positivos que tiene la llegada de los JJ OO, con más énfasis en aquellas zonas que necesitan un mayor empuje, puesto que distintas organizaciones internacionales aprovechan para impulsar proyectos, que de otro modo llevarían décadas para su implantación. Este es el caso del acto organizado por ONU Mujeres, el Comité Olímpico Internacional y Always, donde se quiere dar visibilidad a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas a través del deporte, poniendo en común las experiencias recogidas con el programa One Win Leads to Another, un programa que quiere convertirse en un legado a permanecer después del encuentro olímpico.

El deporte se ha convertido en muchas ocasiones en una herramienta básica para empoderar a las niñas y jóvenes, capaz de superar las barreras de sexo, nacionalidad, religión o discapacidad. Los propios JJ OO son un claro ejemplo de esa lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, ya que desde que se iniciaran en su época moderna en el año 1900 en París, donde sólo participaron 22 mujeres, a día de hoy son más de 4700 y representan el 45 % de todos los atletas que compiten. Además, y dentro de ese marco de actuación paralelo que desarrollan los países anfitriones, Brasil y diferentes Estados latinoamericanos han situado en su agenda la lucha contra la violencia machista, si cabe con más fuerza, apoyando reformas legislativas e iniciativas absolutamente indispensables para combatir una lacra que, por ejemplo, entre 1980 y 2010 dejó más de 92 mil mujeres asesinadas en ese país. En definitiva, es indiscutible que los Juegos Olímpicos siguen manteniendo toda su esencia y los valores que lo definen como algo que excede lo puramente deportivo.