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Recurrir al sorteo para mejorar la democracia

El historiador belga David van Reybrouck no cree en el actual sistema de consultas electorales y aboga por uno nuevo que, a imitación de lo que ocurría en la clásica Atenas, incorpore el sorteo y ofrezca a los ciudadanos la posibilidad de estar mejor informados a la hora de tomar sus decisiones.

Van Reybrouck, autor del libro "Contra las Elecciones", dice no tener nada en principio contra las elecciones ni contra los referendos, pero pone como ejemplo el Brexit para explicar que el actual "sistema democrático" no funciona como debería.

En una larga entrevista con el semanario alemán Der Spiegel, van Reybrouck señala algo tan evidente como que el primer ministro David Cameron convocó el referéndum porque lo había prometido en su campaña pero convencido de que no triunfaría el "sí".

Su tan errático como ambicioso correligionario Boris Johnson " secuestró" la consulta porque, convencido también de que sus compatriotas rechazarían el Brexit, ello le colocaba en mejor posición para convertirse en primer ministro en la siguiente cita electoral.

Pero el asunto sobre el que debía decidir el pueblo británico - las futuras relaciones con Europa- era harto complejo como para admitir sólo un "sí" o un "no". A ello se sumaban las vanidades personales, la manipulación o mala información de los medios, por lo que no puede extrañar, dice el historiador, que todo saliese tan mal como salió.

Imaginémonos, dice van Reybrouck, que se hubiese elegido en cambio por sorteo a mil británicos y que se les hubiese dado medio año de tiempo para estudiar a fondo el tema de las relaciones entre Europa y el continente, teniendo a su disposición toda la información que pudieran necesitar.

Esos ciudadanos, que habrían tenido también derecho a consultar a los expertos que desearan y a aquellos políticos cuyas opiniones pudieran interesarles, habrían votado al final de ese proceso con conocimiento de causa y se habría evitado división del país que ahora vemos.

Van Reybrouck no cree en ningún caso que haya que dejar en política a los expertos decidir las cuestiones complejas porque de esa forma se refuerza la sensación general de que son las "elites" las únicas que cuentan y terminan haciendo lo que les da la gana.

El sistema de sorteo que propone tiene una vieja historia, que data de la democracia oligárquica ateniense, aunque también en la República de Florencia, explica van Reybrouck, se tomaron durante siglos las decisiones políticas mediante un complejo sistema de sorteo.

Hoy en día se utiliza el sorteo en los juicios con jurado, que suelen funcionar bien a pesar de la complejidad de algunos de los temas que abordan.

"En el fondo, agrega, el procedimiento de sorteo sólo significa que se elige a un grupo representativo para que decida o dé consejos sobre determinados temas".

Para explicar por qué la democracia no funciona como sería deseable pone el ejemplo de un ministro belga que reconoció saber lo que era bueno para el país, pero que explicó que si lo hacía, no volverían a elegirle. "Puede parecer cínico, pero es lo que sucede", dice van Reybrouck.

Según el historiador belga, el auge de los medios sociales ha transformado nuestras sociedades al dar a mucha gente una voz de la que antes carecía. Quienes tenían la oportunidad de hacer oír su voz, posibilidad que ofrecen ahora los medios sociales, podía exigir que los políticos les tomaran en serio. Pero éstos se muestran por el momento incapaces de ello".

En Occidente tenemos hoy seguramente la población mejor formada de la historia: nunca antes ha tenido la gente acceso a tal caudal de informaciones, pero ocurre que "no hay forma de sacar lo mejor de la gente", se lamenta Van Reybrouck.

"¿Por qué elige la gente a (Donald) Trump. Porque le divierte. Se va a la cabina de votación y se piensa: ahora os vais a enterar. Elegir a Trump equivale a hacerle la peineta al establishment. Pero si la gente no confía en los políticos, ¿por qué habrían de confiar éstos en la gente?".

Van Reybrouck no cree de todas formas que las redes sociales sean la panacea o que haya que identificarlas con la opinión pública porque, al igual que los medios tradicionales, dependen de "los grandes consorcios mediáticos" con la única diferencia de que "uno puede participar activamente en ellas".

"No creo que la democracia digital vaya a tener un gran futuro. Creo que la democracia tiene que algo que ver con la presencia física, con el hecho de que la gente pueda verse y se siente a una misma mesa".

Y pone el ejemplo de lo ocurrido hace tres años en Irlanda cuando se convocó una asamblea para deliberar sobre una reforma constitucional. Los cien convocados, entres ellos 66 ciudadanos elegidos por sorteo, tuvieron que tomar difíciles decisiones sobre ocho artículos de la constitución irlandesa.

Todos los no elegidos pudieron dar sus opiniones por internet. Hubo un largo debate y al final, un 80 `por ciento de los miembros de aquella asamblea se pronunciaron, por ejemplo, a favor del artículo que parecía más difícil, el referente al matrimonio homosexual.

Después hubo un referéndum, en el que cerca de dos tercios de los participantes aprobaron ese tipo de uniones, algo que no habría sido posible en la católica Irlanda sin aquel proceso, que le había dado legitimidad.

Los partidos políticos son en todas partes "la institución de la vida pública que despierta menos confianza", y si no se resuelve ese problema, esto va a acabar mal, pronostica van Reybrouck, quien califica de paradójico el que la fe en la democracia sea más fuerte que nunca y, sin embargo, las elecciones gocen de tan poco prestigio en todas partes.

Van Reybrouck es partidario de introducir elementos de sorteo para el legislativo, no así en el ejecutivo, y explica haber tenido ocasión de asistir a determinadas convenciones cuyos participantes habían sido elegidos por ese método.

"Mi experiencia, dice, es que ciudadanos normales, que por Facebook se habrían insultado, se comportaron allí no sólo como personas civilizadas sino que aceptaron la complejidad de los problemas políticos".

"Hoy en día, el sistema político es en buena medida puro teatro. Quien habla, lo hace para las cámaras. Cada político es un actor, está obligado a serlo. (?)Las discusiones necesitan para ser fructíferas de salas y de mesas redondas. Los hemiciclos convierten la política en teatro y las cabinas electorales hacen de la política un acto clandestino".

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