Karl Popper expone en La sociedad abierta y sus enemigos la tensión entre los autoritarios y dogmáticos „partidarios de la sociedad cerrada„ y quienes aspiran a lograr una ciudadanía libre y responsable. Una obra oportuna a tenor de la noticia publicada en este diario: «El juez admite la denuncia contra Gómez por el bus de la policía el Día del Orgullo» (Levante-EMV. 30/7/2016). A la concejala de Protección Ciudadana de Valencia se le acusa de ceder un autobús de la Policía Local para una manifestación del Orgullo LGTBI. Su intención no fue otra que la de concienciar a denunciar las agresiones contra la diversidad sexual. ¿Qué mente inquisidora puso interés en cursar la denuncia contra ese gesto humanizador? José Luis Roberto, responsable de España 2000.

La calidad democrática sólo avanza cuando apostamos por la ejemplaridad pública. Esta creativa y sencilla idea de Sandra Gómez „por cierto, máster en Derechos humanos, democracia y justicia internacional„ sólo pretendía, supongo, visibilizar la imperiosa necesidad de acudir al juzgado ante cualquier tipo de ataque o menosprecio a nuestra libertad sexual. En definitiva, añadir un gesto efectivo para edificar la democracia, concienciar a la ciudadanía y empoderarla, a sabiendas de que la libertad precisa de valentía, ilustración y altas dosis de respeto. Las actitudes dogmáticas perjudican seriamente la salud moral de nuestra inmadura democracia. Y hace falta mucha inventiva si deseamos ensanchar la mente perversa, rígida y carpetovetónica de quienes temen asumir las riendas de su vida, ya sea por pereza o cobardía, como bien apuntó Inmanuel Kant en ¿Qué es Ilustración?

Siempre habrá visionarios dispuestos a erigirse en nuestros tutores. Los amigos de la sociedad abierta debemos combatirlos, neutralizarlos, así como denunciar su fealdad ética y estética. Que la denuncia sea reducida a postureo demostraría que, en ciertos escenarios, la moral „nuestra raquítica moral social„ se sobrepone a una legislación en ocasiones rancia y vetusta. Algo que ya sabemos desde el eterno dilema entre lo legal y lo legítimo, al que yo añadiría lo moral, pues, ¿no hay momentos en que la ley frivoliza acciones transformadoras que dignifican la calidad democrática? Lo legal no siempre coincide con lo racional y mucho menos con la ejemplaridad. Es más, me atrevo a sostener que en bastantes ocasiones apelar a la legalidad simboliza un fracaso de la moralidad. A buen entendedor...

La sociedad civil debe manifestarse. Aprecio demasiado silencio ante asuntos que nos conciernen a toda la ciudadanía. Echo en falta voces críticas que proclamen «¡hasta aquí hemos llegado!». Sólo así, uniéndonos ante la adversidad y enfrentándonos ante quienes deciden imponer su obsoleta y ridícula moralidad, conseguiremos construir un mundo cosmopolita, plural, diverso en identidades y libre de prejuicios. Romper una lanza a favor de la concejala Sandra Gómez viene a ser lo mismo que reivindicar la imperiosa necesidad de una sociedad abierta.