Como la política está embarrancada entre calores e intransigencias y el personal hastiado de que no sean capaces de formar Gobierno, hay que mirar a los motores que, a pesar de todo, hacen funcionar el país. Y ahí está sin duda el turismo y, por más que sorprenda, también la ingeniería, aunque rebrota desde hace unos meses el sector inmobiliario. El turismo crece incesantemente llegando a representar casi el 10 % del Producto Interior Bruto ya que dejó el año pasado más de cien mil millones de euros. Y la ingeniería es motor porque, a pesar de que España no tiene un plan de reindustralización ya que los últimos Gobiernos apenas le prestaron atención, hay noticias reconfortantes sobre la capacidad de creación de nuestros ingenieros en las grandes obras públicas de todo el mundo, en la generación de energía y en otros ámbitos.

Cierto es que en el aumento constante de visitantes extranjeros a las costas de España influyen también factores exógenos: guerra al otro lado del Mediterráneo, golpe de Estado en Turquía, atentados desoladores en Túnez y en Egipto, etcétera. Pero España se fortalece cada año como destino turístico. En Baleares y Canarias este sector representa un 45 y un 36 % del PIB respectivamente. Pero se detecta también una recuperación de la demanda en ciudades del interior, territorios rurales y zonas de montaña, según afirma la Cátedra de Turismo Interior y de Montaña (TIM) adscrita a la Universitat de Lleida. Según su director y vicerrector, el doctor Francisco García Pascual, «el turismo es un fenómeno muy complejo y las políticas públicas deberían responder a esta complejidad». Sus datos son elocuentes: se diría que los extranjeros viajan especialmente a las costas deBaleares, Canarias y Cataluña „de un ochenta por ciento hacia arriba„ y los nacionales visitan más el interior del país, superando el ochenta por ciento en las dos Castillas.

Pero España no es solo un país de camareros y de funcionarios como se ha escrito despectivamente en algún titular. Atentos también a la ingeniería. El Canal de Panamá fue iniciado a finales del siglo XIX por franceses „Lesseps y Eiffel„ concluido por ingenieros americanos en el XX y ampliado un siglo después por los españoles, aunque los panameños disimulen esa aportación, esencialmente de los técnicos de Sacyr.

En el plano de la generación de energía, los astilleros de Navantia en Ferrol y Puerto Real (Cádiz), así como las instalaciones industriales de Windsard en Avilés protagonizan estos días la botadura del material necesario para construir un parque eólico marino en el mar Báltico, en aguas alemanas. La complejidad técnica de la operativa de construcción, logística de transporte y montaje submarino, dirigida por Iberdrola, que ha encargado las turbinas a Gamesa, sitúa a la ingeniería española en el punto máximo de competencia a escala mundial. Existen otras lecturas asociadas de esa obra colectiva: aquí se admiraba hace medio siglo la tecnología alemana y ahora se exporta a Alemania tecnología española de alta complejidad. Es más: el corazón tecnológico de ese parque eólico marino, es decir la subestación, se ha construido en los astilleros de Puerto Real y ha sido bautizada con el nombre de Andalucía. La presidenta de la Junta, Susana Díaz, se llena de orgullo cuando se le argumenta que bien podría decirse que si Andalucía exportaba braceros a Alemania en los años sesenta del siglo pasado, ahora exporta ingenios de alta tecnología en la generación de energías limpias a Alemania. Y ella añade: «Sin estos encargos, las posibilidades de estos astilleros quedarían limitadas a la construcción de alguna corbeta de tanto en tanto y además resuelve, como demuestra este caso, la eterna rivalidad entre Ferrol y Cádiz. Cada uno hace una parte».

Ya ven: no solo de turismo y construcción vive este país, sino que la ingeniería nos da la medida de lo que somos. Imagínense lo que seríamos si tuviéramos Gobierno y, además, Gobierno sensible a la necesidad de reindustralizar España y apoyar a las empresas industriales y tecnológicas en vez de sonreír a los especuladores.