Hacía varios años que no escribía sobre el desastre de agosto de 1996 en el camping de Biescas. Pero estos días, al ver las imágenes que han proyectado algunas televisiones con motivo del veinte aniversario de aquella tragedia, me ha venido a la mente la figura de Francisco J. Ayala-Carcedo, maestro y amigo. Tuve la enorme suerte de conocer a esta persona íntegra y cabal, con una sabiduría y buen hacer profesional, desde lo público, fuera de lo común. Un pionero en el estudio de los riesgos naturales en España, al que tanto y tanto debemos. Defensor de la libertad y de la verdad, llevó una vida sencilla, sin artificios ni modas. Y siempre trabajando; sin descanso, sin vacaciones, sin festivos. Porque era mucho lo que había que investigar en nuestro país sobre la «fabricación» del riesgo por parte del ser humano.

Fue el primero en alzar la voz contra las afirmaciones interesadas y sin rigor científico que se lanzaron tras el desastre de Biescas. Gobernase quien gobernase. Lo importante era la verdad. Y ello le costó disgustos y ostracismo profesional. El camping de Biescas nunca debió estar situado allí. Aunque interpretaciones torticeras de la legislación de aguas vigente afirmaran que aquella catástrofe había sido «extraordinaria».

Paco, hoy mi recuerdo va para esas ochenta y siete víctimas que murieron ahogadas o chafadas por las piedras en aquella crecida torrencial. Pero va también para ti, con agradecimiento por permitirme el lujo de tu amistad, por enseñarme lo poco que sé sobre análisis de los riesgos naturales, por dejarnos una lección de vida y de obra marcada por la honestidad y el rigor. Te echo de menos, Paco. Tu ilusión, tu empuje y tu fuerza intelectual nos hace mucha falta. Te hubiéramos querido aquí, con los tuyos, con nosotros, todos estos años tras tu inesperada marcha. Gracias a tu valentía de entonces, se han ido dando pasos en la mejora del tratamiento de los riesgos naturales en nuestro país. Pero nos siguen quedando muchos «Biescas» activos.

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