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La frase que nunca dices

Daniel: «Soy de esas personas que cuando posan la cabeza en la almohada al terminar el día ponen en marcha la moviola para repasar los momentos más importantes de la jornada. Pero yo aporto una variante: dirijo e interpreto las escenas a mi manera y a mi conveniencia para dejarlas como me hubiera gustado que se representasen y no como realmente sucedieron las cosas. Tan perfeccionado tengo el sistema que mi memoria se ha habituado ya a esa especie de remontaje cotidiano y muchos recuerdos que deberían ser desagradables se convierten por obra y gracia de mi imaginación en instantes amables.

Claro está, no me refiero a episodios dramáticos que no tienen vuelta de hoja (no puedo hacer que me readmitan en la empresa ni conseguir que mi padre vuelva del más allá) sino a asuntos menores en los que no me he comportado como debiera por apresuramiento, parálisis o cobardía. Una de las frases que más utilizo es "métete en tus asuntos". Sí, cuatro palabras mágicas que me blindan contra los entrometidos y me protegen de los opinatodo, esa gente nociva que dedica la mayor parte de su tiempo a fiscalizar, juzgar y sentenciar al prójimo.

Siempre he estado rodeado de esos inquisidores de vida estrecha y nunca, maldita sea, nunca me he atrevido a pronunciar la frase maravillosa que desactive su lengua venenosa. Si contara las veces que me he mordido la lengua con mi cuñada Nuria, siempre tan pendiente de los errores ajenos, o con mi tía Julia, doctorada en criticar sin preocuparse por corregir los suyos, o mi gran amigo Luis, que es capaz en media de hora de darme un repaso integral para demostrarme que soy una piltrafilla...

Cuando decidí entrar en Facebook no contaba con que allí encontraría también legiones de pequeños tiranos y espías de lo ajeno, y también a ellos por la noche les escribo mi frase antibuitres que nunca digo: "Métete en tus asuntos"».

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