La Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas ha quitado la custodia de una niña de cuatro años a su abuela para dársela a una familia de acogida mientras un juzgado decide en septiembre qué es lo mejor. Hay más historia. El padre de la pequeña asesinó a golpes a su madre en Orihuela. Su custodia fue a parar a manos de la tía paterna. Con la familia del maltratador se consideró que recibiría la mejor educación. Después se rectificó. Se autorizaron visitas con la familia del padre y ha sido en el punto de encuentro donde la conselleria ha creído ahora que sería el momento idóneo para recoger a la niña y cambiarle el hogar sin dejar que se despidiera de la abuela, que es todo su mundo. Un detalle de sensibilidad.

La abuela tiene 60 años, muchos. Una de las causas. Y esta mujer trabajadora, que ha acudido a la prensa desesperada, agotada por los tiempos administrativos, que no entiende por qué no recibe ninguna información de su nieta, como si hubiera hecho algo malo, justifica con juguetes, con el colegio, con el apoyo del resto de la familia y el cariño que le aportan para compensar la pérdida terrible que tan chiquitina ha tenido que vivir, que con ella es con quien va a estar bien. Da igual, la abuela la quiere pero debe ir a una casa de acogida. Porque sí. Y con una hija asesinada, a esta mujer se le ha desmoronado la vida y a esa niña, consciente ya de tantas casas de ida y vuelta, también.

Porque en este caso nada es justo desde el principio. Desde el primer golpe. Y no parece que los servicios sociales ni los juzgados hayan actuado con mucho tino. Quizá, lo certero sería ayudarlas a salir adelante, juntas. Pero, de momento, a esa mujer, a esa superviviente, presa de la rabia, del dolor y la impotencia, sólo la ha escuchado la prensa, la mala de la película siempre. Y no la conselleria que rescata personas.

Escribo estas líneas y no puedo evitar recordar estas palabras de la columna El pacto anti-PSOE de quien fuera mi jefe, el periodista Pep Torrent, sobre Mónica Oltra en este mismo diario hace poco más de un año: «Creo que la ciudadana Oltra, la que se viste de fallera y viaja en metro durante el mes de marzo, la que cuida de sus niños, es una persona tímida y muy sensible, de las que se emocionan y lloran con facilidad ante cualquier desgracia ajena; diría que en su ámbito personal es muy buena gente». Y es a quien describe, que no a la titular de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas, a ella a quien tengo una pregunta que trasladarle, una que se repetía Maruja Cuenca, la abuela de la niña a la que han quitado la custodia y madre de la mujer asesinada, cuando a un periodista le contó esta historia: ¿en qué cabeza cabe lo que han hecho, Mónica?