Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sí, la guerra es triste, y más cosas 

Desde 1920 hasta el 1960, el «juramento olímpico», que un participante a los Juegos pronuncia en nombre de todos, comprometía los deportistas a competir «por el honor de nuestro país». En 1961, la referencia a «nuestro país» se cambió por «nuestros equipos», en un intento de separar deporte y nacionalismo. Intento más bien cosmético, puesto que los atletas participan encuadrados en equipos estatales y el encuentro se abre con un desfile de estos equipos, muy uniformados, detrás de su bandera.

En las entregas de las medallas suenan los himnos nacionales y en todos los cuadros de resultados el nombre de los deportistas va precedido por el color de su símbolo estatal. Muchos de los narradores televisivos de las competiciones practican el más grosero de los patriotismos, y las aficiones celebran los títulos de «sus» representantes en disciplinas de las cuales no tienen ni idea y en las que dejarán de fijarse el día que su país deje de obtener medallas.

Está claro que esto del himno, la bandera, la narración patriótica y el fervor popular también pasa donde se compite a título individual y no en representación de un país; por ejemplo, en la Fórmula 1, donde los equipos son plurinacionales: fabricante de un país, motor de otro, corredores de dos orígenes diferentes... En Italia hay tifosi ferraristas y en España el interés por este deporte tocó techo cuando Fernando Alonso ganaba grandes premios y campeonatos del mundo y ha reculado cuando ha dejado de hacerlo.

Pero una cosa es que el deporte sea una válvula de escape de la tendencia humana de pelearse con los del pueblo/comarca/país vecino „o bien que la fomente, según cómo se mire„ y otra es confundir un partido de tenis con una batalla de aquellas donde la gente se mata con disparos y bombas. Y esto se lo que hizo el Ejército de Tierra con un tuit para consolar a Rafa Nadal con la frase «la guerra no es triste porque levanta las almas... porque nos enseña que fuera de la bandera, nada, ni siquiera la vida, importa». La frase la escribió Camilo José Cela en 1949, en un artículo de panegírico a Millán Astray, fundador de la Legión y partícipe de la Alzamiento.

Hombre, no. No se puede ir por la vida predicando que la guerra es alegre porque la gente puede morir por la bandera. No en 2016. No cuando ahora mismo sabemos el dolor de causan los fanáticos que mueren matando por la bandera negra. Sólo en el cine y en los videojuegos la muerte es satisfactoria. En la vida real es siempre una gran putada. Si los militares no ven clara la diferencia, tienen y tenemos un problema.

Compartir el artículo

stats