Son los niños muy aficionados a las nuevas tecnologías y más en estos días de asueto. Carente mi móvil de pokemons y otros monstruos de la sinrazón, mis sobrinos deben conformarse con aplicaciones para aprender idiomas, localizar aviones y estrellas o identificar banderas. Y practicando con ellos, observo algunos elementos geográficos y climáticos en estos símbolos de glorias nacionales. Por supuesto, hemos de empezar por el comienzo, la fuente de energía de nuestro tiempo y clima: el Sol, de mayo y con referencias incaicas, en el azul celeste de la bandera argentina y en la de su vecina Uruguay, aunque en este caso, con 16 rayos en lugar de 32. En la de Taiwan, cuenta con 12 rayos, símbolo de los meses del año y de las horas tradicionales chinas. El Hinomaru o disco solar aparece en la enseña japonesa y un disco solar similar se observa en la bandera de Bangladesh. En las de Palaos y Laos, sin embargo, simboliza la luna.

Otras banderas "soleadas" son las de Ruanda, Namibia acompañado del azul del mar, del cielo, de las aguas y de la lluvia; Malawi, rojo y en ascenso; Macedonia, una singularidad en Europa; Kazakhstan, sobre el cielo azul; Kyrgyzstan, rodeando una yurta; Nepal, Kiribati, o Antigua y Barbuda. Las dos bandas de las Islas Marshall representan el amanecer y el anochecer. La archiconocida hoja del caducifolio arce de la bandera del frío Canadá contrasta con el perennifolio cedro del Líbano, con los duros veranos meditarráneos. Los colores cálidos de los países que formaron la Gran Colombia o los del sudeste de África contrastan con el frecuente blanco a medida que viajamos hacia el Polo Norte. En esa dirección, la bandera climática por excelencia es la finlandesa: la típica cruz escandinava de San Olaf, azul de las aguas glaciares sobre el blanco nivoso.­­