Justin Bieber, cantante exadolescente (ya tiene 22 años) con un océano de fans, ha cerrado su cuenta en Instagram, donde acumulaba 78 millones de seguidores. 78 millones de personas interesadas en ver las fotografías que la estrella pop colgaba en su perfil; la mayoría, imágenes de él mismo en las más varias circunstancias. Se ve que algunos de estos seguidores criticaron con palabras groseras las fotos del cantante con su última pareja sentimental. Se organizó una polémica en la cual metió baza su ex y la olla se fue calentando hasta que se dijeron cosas desagradables. Entonces, Bieber decidió que ya era bastante y cerró la barraca.

No ha sido el primero de hacerlo. Cada vez son más los famosos que cierran sus perfiles en redes sociales para no tener que leer comentarios desagradables „insultos, de hecho„ de los seguidores. Desconectan del todo o se pasan a algún tipo de presencia en internet que no admita la participación; páginas de funcionamiento unidireccionales. He aquí un fenómeno interesante: famosos que no soportan el contacto real con la gente que con su atención los hace famosos, cuando esta gente opina de ellos con libertad. ¿Qué se pensaban pues? Los cantantes de moda, los deportistas millonarios, las estrellas del cine y la televisión, los populares sin razón para ser, toda esta gente que aparece siempre en las revistas de colorines y en los programas, ¿se piensan que todo el mundo dice maravillas de ellos? Pues no.

Desde que la fama existe también existe la irrefrenable necesidad de malhablar del famoso, de cuestionar los méritos del triunfador, de desgarrar la fama del popular, de despreciar sus proezas y, puestos a hacer, de enfangar todo lo que le rodea. Este ejercicio se practica en los bares y cafeterías, en la cola de la tienda, en las pausas del trabajo, en las cenas de amigos, en las comidas de cuñados y en los encuentros vespertinos de paseadores de perros. Otra cosa es que los encausados, enjuiciados y sentenciados, no se enteren porque nunca diríamos delante de ellos lo que decimos de ellos a sus espaldas.

Y esta es justamente la pared que han hecho caer algunas redes sociales: amparados en la distancia física, ocultos en la masa, hay quienes malhablan del famoso en su propia cuenta, que es como decir en su cara. Ya se sabe que si todos nos lo dijéramos todo a la cara, la humanidad se extinguiría en una salvaje orgía de violencia. La simulación y la hipocresía son una parte importante de los fundamentos de la vida civilizada.