Algunos modelos de predicción estacional señalaban la posibilidad de un verano caluroso en este 2016, especialmente en el litoral mediterráneo. Pero, afortunadamente, el verano va transcurriendo, con sus altibajos térmicos, bajo el signo de la normalidad. Nada de calores tórridos y prolongados como en 2015. Y muchas menos «noches tropicales» también. Por tanto, si las condiciones no cambian radicalmente en las pocas semanas que nos quedan de verano, y no parece que así pueda ser, la temporada estival de 2016 podrá ser catalogada como un verano térmicamente normal. Es lo que suele ocurrir cuando termina un episodio fuerte de El Niño, como el que hemos padecido hasta el mes de junio pasado, con su intensa alteración de la circulación atmosférica en todo el mundo, y que en Europa occidental nos proporcionó un invierno y una primavera más cálidas de lo normal. Por eso, el verano ha resultado normal, porque la atmósfera se va reajustando en la búsqueda de su teórico equilibrio.

Hay, sin embargo un dato preocupante: la falta de lluvias. Este año 2016 está resultando muy seco en muchas comarcas de las regiones del Mediterráneo español. Especialmente en las meridionales. En algunos observatorios el déficit de lluvias alcanza el 70 % respecto a lo que se considera normal. Ya han aparecido los primeros problemas de abastecimiento de agua en pequeñas poblaciones que dependen básicamente de la lluvia y los acuíferos. En otras, merced a las desaladoras, a la sobreexplotación de aguas subterráneas y a los trasvases se va sorteando la sequía. Falta saber lo que ocurrirá este otoño. Los modelos estacionales vuelven a señalar falta de lluvias y temperaturas por encima de lo normal. Si atendemos a los parámetros de circulación atmosférica que suelen ser característicos, tras un año de Niño, algún episodio de lluvias abundantes vamos a tener.