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Justo y benéfico

El PP, el partido que logró sustentar un mayor número de malandrines en toda la historia de la democracia, está como el tendero de 13 Rue del Percebe: intenta saldar lo que le queda de mercancía en mal estado al grito de ¡Remate final! De momento, han rematado a Ciudadanos. Y lo han disuelto en el ácido de un proyecto de lucha contra la corrupción que comanda el jefe de Bárcenas (´¡Ánimo, Luis!´). "No esperamos que el PSOE nos ofrezca la abstención a cambio de nada", dicen en el PP. No claro, habría unos céntimos para la dependencia, los pobres de antes salían más robustos y no duraban tanto, si es que no hacéis más que gasto.

Habría que recordar que la Convergència del señor Pujol ayudó no pocas veces a vestir el santo cuando las mangas quedaban cortas: esta operación de sastrería se saldaba con razonables beneficios para sastres y clavarios. También hemos olvidado que aquí se negoció todo con tipos, a izquierda y derecha, que tenían sobre su conciencia mucho más muertos que ETA y por peores razones. La Transición fue un trato entre gentes literalmente intratables: a ver si se deja de hacer el ridículo con la persecución de Arnaldo Otegi, que ya cumplió condena y no fue nada benigna. Ni inmerecida.

Hay que negociar, sí, pero si el Financial Times dice que hay que darle los votos a Rajoy, razón de más para hacer todo lo contrario. En una situación en la que las televisiones alineadas, que son casi todas, machacan al personal con la idea de que sólo los que ofrezcan sus votos al PP acreditarán su patriotismo, puede ocurrir cualquier cosa. Que la gente se lo crea, por ejemplo, como se creyó que todos los malos del mundo, financiaban a Podemos. El que tiene más votos, tiene la iniciativa, desde luego, pero no se recorre el camino del acuerdo aspeando los brazos por corredoiras gallegas como si el hidalgo de Pontevedra se hubiera vuelto majara: una forma galaica, tartarinesca (Antoni Puigverd) de melancolía, lejos de un proyecto de regeneración ¿Qué tal un gobierno contra el PP? Sería justo y benéfico. Y muy español.

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