Nos fuimos de vacaciones dejando a nuestros políticos enfrascados en un interminable debate sobre la investidura del nuevo presidente del Gobierno, albergando la esperanza de que a la vuelta habrían sido capaces de desbloquear esta situación, aunque sólo fuera para arrancar una legislatura que se antoja complicadísima. Lamentablemente nos encontramos ante una situación de parálisis institucional, habiendo superado los 250 días de un Rajoy en funciones, y donde muchos nos preguntamos qué medidas va a poder llevar adelante un hipotético Ejecutivo obliga a entenderse con la oposición, después de todo lo sucedido.

Casi sin darnos cuenta, nos hemos colocado en el Top 5 de los países sin gobierno, sólo superados por Irak (289 días), Camboya (352 días), Moldavia (528 días) o la siempre compleja Bélgica, que tiene el récord de tiempo con 541días. A pesar de todo ello, se podría afirmar que España va bien, o como dirían nuestros amigos los italianos, «senza Governo funzionamo meglio». Es una situación paradójica que también se produjo en Bélgica en 2010, donde el año y medio que pasó con Gobierno en funciones no supuso una catástrofe económica, más bien al contrario, todos sus indicadores mejoraron respecto al período anterior, mejorando el empleo, su PIB y reduciendo el déficit. Lógicamente esto es justo al contrario, puesto que las macrocifras y un contexto internacional sensiblemente relajado, son los que permiten a los políticos convertir el Parlamento en un auténtico circo, que podría completarse con una convocatoria de elecciones para el día 25 de diciembre.

Vivimos en eso que se llama postureo político, donde nuestros representantes, lejos de mirar por el interés general y proponer con seriedad pactos de Estado para desencallar esta situación, parece que están planteando el escenario de unas terceras elecciones o una legislatura especialmente bronca y breve. El fin del bipartidismo y la radicalización de una parte importante del discurso nacionalista, que les ha conducido a una posición de absoluta marginalidad en la política nacional, nos están llevando a un estancamiento totalmente inaceptable. España va camino de convertirse en un país irrelevante en la política comunitaria e internacional, a pesar de los importantes retos que tenemos por delante, y en el mismo sentido, la ausencia de control parlamentario y la imposibilidad de tomar decisiones políticas o legislativas estarían abonando el terreno para una nueva recesión económica. Por todo ello, y como se está reclamando desde diferentes sectores de la sociedad, creo que ha llegado el momento exigir responsabilidad y altura de miras a todos los partidos, al margen de sus estructuras de poder, con la esperanza de que entiendan que quizás el problema viene por el perfil bajo de los candidatos que nos están proponiendo.