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Martí

Ver y mirar

Hace más de un década, quizás conmovido por el zafio fenómeno del Gran Hermano, puse en circulación una idea que escuché en una noche ampurdanesa de Sant Joan. Se trataba de poner una cámara fija en el Mercat Central para reproducir por televisión las imagenes y sonidos en directo durante sus horas de apertura. Éxito seguro, aunque se tratará de una adaptación muy autóctona de La ventana indiscreta, sin necesidad de recurrir a los ostentosos Hitchcock, Kelly o Stewart. Pero como Valencia sigue sin ser Nueva York y aquí solo vale quién presenta el proyecto, olvidé el tema hasta que pasados unos años, una noche de insomnio, descubrí algo parecido en el segundo canal de RTVV. Una viaje ferroviario hertziano de Valencia a Gandia. Unos 45 minutos extraordinarios de realidad televisiva, rodados en la mejor efervescencia del arrozal. No entendí por qué se dejaron sin explotar otras rutas, ni tampoco por qué se obvió a las líneas de Ferrocarrils de la Generalitat de entonces. Sin embargo, volví a echar de menos un paisaje más urbano con personal variopinto.

El refugio de Netflix olvidó aquello hasta que la conciencia escandinava ha vuelto. Resulta que en la televisión pública noruega triunfa en audiencia el programa Sakte-TV (televisión lenta) con emisiones en directo de viajes en tren, la pesca del salmón o la confección de un jersey. Un formato que está llegando también a Estados Unidos, vía Netflix precisamente.

La burbuja de las cadenas comerciales está a punto de explotar. Los más pequeños de casa, un sector de consumidores deseado y maltratado a la vez, empiezan a ser los más exigentes. En sus tabletas buscan sus programas preferidos cuando quieren y huyen de propuestas simples. Las clases pasivas, el segmento que más horas pasa frente al televisor, se ha adaptado a un mundo nuevo y al mismo tiempo que han sabido bajarse el wasthap por sus nietos, también descubren cada día la televisión de calidad. La serie del verano, Stranger Things, ha atrapado a hijos, padres y abuelos, en una demostración clara que el contenido importa. Algo parecido en esas historias curiosas que cuentan los mayores a sus vástagos.

El listado de actividades dignas de ser televisadas lentamente entre nosotros tiende al infinito, empezando por supuesto por el estético trajín del Mercat Central, pasando por la recogida del caqui y terminando por la ruta de los puentes colgantes en Chulilla. Porque mientras mirar es algo que hacemos con nuestros ojos; ver es aquello que acontece en nuestra mente.

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