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¡Vaya veranito valencianista!

Paralizada la política del país -del español- hasta más allá de los comicios periféricos de finales de septiembre, aunque a última hora haya reaparecido la socarronería de Mariano Rajoy, lo más interesante de este verano que termina achuchando el mercurio ha sido el trasiego de futbolistas en el Valencia Club de Fútbol. No caben dudas. El veranito que le han dado a su secretario técnico, Suso García Pitarch, y este, por ende, a los aficionados reconocidos como chotos ha sido todo un calvario.

Comenzaron a mediados de julio en Holanda, para seguir por Inglaterra a finales de aquel mes. De los jugadores que se fueron a remar por el Támesis entonces no queda ni el utillero, nunca mejor dicho tras la jubilación de Españeta. Hasta este septiembre que todavía no ha terminado, no ha habido día de descanso entre realidades y rumores. El Valencia venía de una política de adquisiciones mala y cara, y tenía que desprenderse de mucho lastre, muchísimo. Entre col y col, también hubo lechugas, pues la entidad propiedad del inversionista Peter Lim debía hacer caja y reducir gastos por no sé qué movida del fair play deportivo.

El Valencia ha liquidado más de media plantilla, hasta 16 jugadores según contabiliza finamente Cayetano Ros, y entre ellos sus piezas cotizadas, incluyendo el emblema de su espíritu noble e identitario, Paquito Alcácer, más genial en su adiós gracias al Per qué t´en vas? de Eugeni Alemany que a su verdadero valor como futbolista excepcional. Pero la sangre llegó al río. Tanto que hasta una peña de aficionados valencianistas en Hong-Kong emitió un comunicado poniendo la gestión -y honradez- de Lim en entredicho.

Por el camino, dos periodistas de largo vuelo en lo deportivo, hacían lo propio. Julián García Candau se despachaba a gusto contra Lim y Jorge Mendes€, Santiago Segurola llegaba a comparar la decadencia del Valencia futbolístico con la crisis de la corrupción desatada con el Partido Popular, dejando caer una relación entre ambas.

Finalmente -a día de hoy, pues la volatilidad del fútbol es superior a la del Ibex 35-, los ánimos parecen calmados porque en el ultimísimo suspiro, el Valencia se ha traído a dos supuestos figurones: Mangala (o Mangalá, que todavía no sabemos), y Ezequiel Garay, casado con una modelo española aficionada a armarla con sus twiters, entusiasmados todos por llegar a esta tierra de promisión y mares cálidos.

Ambos, claro, lo recuerda Ros, proceden también de la agenda de Mendes, quien tanto para las idas y las venidas es la piedra angular de este Valencia, un papel que también juega hábilmente en otros clubs de mucho postín como el United, el Madrid, el Benfica y Porto o el Mónaco. O sea, que Suso tira y, si se ahoga, sale Mendes al rescate. Y a la inversa, si Mendes se propasa, Suso intenta ponerle freno.

Esto no es una novedad en el fútbol. Los aficionados no suelen percatarse del tema, y muchos periodistas lo soslayan o miran para otra parte, pero los entresijos y connivencias entre los dueños y los agentes representan un agujero negro -más que una novela- en el universo del deporte. Lo malo para Lim es que está muy lejos y su relación directísima con Mendes ha estado clara desde antes incluso de su interés por el Valencia. Lim y Mendes no es que sean amigos, es que son socios en una mercantil, y no lo ocultan. El portugués, además, le hace ganar dinero a su amigo/socio por más que haya abusado del Valencia para salvar a otro «amigo», el presidente del Benfica de Lisboa.

Pero esa es la madre del cordero del fútbol: quién controla los fichajes, las idas y venidas de millones de euros, incluyendo mordidas y comisiones. La opacidad fiscal sobre ese mundo añade inquietud al mismo, opacidad que al todopoderoso Barça le ha costado una condena de cárcel para el mejor jugador del mundo, Leo Messi y la caída de su chulesco presidente, Sandro Rosell, por el escandaloso caso Neymar.

Lim, el hombre de la voz cálida a lo Lee Marvin, no debe entender nada. Su directiva Lay Hoon, a pesar de andar por aquí, tampoco. El Valencia es un club convulso, fiel espejo de la sociedad a la que representa, desde que se fuera el bueno de Arturo Tuzón. Pero quienes podrían haberle puesto cordura o no han querido -Martín Queralt, Carlos Pascual, Juan Valero€- o no les han dejado -Manuel Llorente€-, dejando arrastrar la entidad por soñadores pueriles como Juan Soler, populistas a lo Amadeo Salvo e infectado de morosos como Vicente Soriano y otros advenedizos que mejor no citamos aquí.

A poco que Mangala -o Mangalá- y Garay con su pareja Tamara Gorro animen a este Valencia que habita ahora el último puesto de la clasificación, los aficionados nos olvidaremos de todo, pues sabemos que el fútbol juega un papel metafórico en nuestras vidas, y a las metáforas no es cuestión de buscarle los tres pies como a los gatos.

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