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El gran boato de la Mare de Déu de la Salut

Desde el siglo XIII, herencia de don Jaime I con su manía de regalar vírgenes a diestro y siniestro, Algemesí viene venerando a la originaria Santa María de los repobladores cristianos del enclave moro preexistente, que más tarde, a mediados del siglo XV, recibiría la advocación de Mare de Déu de la Salut, a la que aclamarse en las epidemias de cólera y en las fiebres producidas por sus arrozales.

En 1609, los moriscos fueron expulsados de aquí, como en otras partes, la villa se despobló en gran manera, y los pocos cristianos que la habitaban -sólo había una calle de casas llamada Berca, en la que se encuentra la capilla del Hallazgo- intensificaron el culto y devoción a la Virgen. Están documentadas estas solemnidades ya en 1610 los primeros solemnes actos en su honor.

En el siglo XVIII, al compás de la prosperidad agrícola y comercial de Algemesí, las fiestas fueron a más, tomaron elementos del sexeni de la Mare de Déu de Vallivana de Morella y del Corpus de Valencia, los dos grandes fastos folklóricos, barrocos y tradicionales del histórico Reino de Valencia, que incorporaron a la procesión de la Patrona.

En 1816, el ayuntamiento, creo que el más pionero de todos los valencianos en esta materia, declaró a la Mare de Déu de la Salut patrona de la villa. Protección necesitaban los lugareños pues aparte las epidemias tuvieron que soportar la crueldad de los franceses en la Guerra de la Independencia, que causaron grandes estragos aquí. Uno de ellos el saqueo del convento de los dominicos -hoy Museo de las Fiestas Valencianas y de la propia fiesta de la Mare de Déu de la Salut- de donde se llevaron importantes obras de arte de Ribera y Ribalta que hoy figuran en el Museo Estatal del Errmitage de San Petersburgo (Rusia). Los franceses se dedicaron a robar todo lo que de valor pudieron en nuestros pueblos para luego venderlo y poder financiar sus campañas militares.

Se cuenta que Ludmila Kagané, responsable de la colección de pintura española del Ermitage, en su visita a Valencia con motivo de la exposición de obras de aquel impresionante museo en Valencia en el MuVIM en 2006, no atendió una invitación de Rita Barberá a tomar paella en la playa, tomó un taxi y se marchó a Algemesí, pues quería conocer el ex convento dominico donde estaban algunas de las obras que están en el Ermitage. Personalmente tuve la suerte de en un viaje a San Petersburgo encontrarme con la sala de los Ribera-Ribalta, impresionante, grandiosa, toda llena de grandes lienzos de nuestros paisanos.

Todo el mes de septiembre Algemesí se lo dedica a la Virgen en su advocación de la Salud, su gran seña de identidad religiosa, también civil, pues al ser hallada según piadosa tradición, se la quisieron quedar los de Alzira, la metrópoli, peleándosela y ganando la batalla los de Algemesí. Tienen una fundación, que también se apellida del Crist de l´Agonia, pelín absorbido por la gran devoción mariana aquí existente.

No todo es Iglesia. Característica importante de esta fiesta es su vivencia folclórica. Su exhibición de «balls valencians i moixigangues, bastonets, arquets, pastorets, carxofa, llauradores, tornejants,?» En 1974, crearon en este alarde la Escola Valenciana de Tabal i dolçaina.

He de confesar que desde que el historiador y canónigo don Vicente Castell Maiques, gran promotor de esta fiesta, se empeñó en que la conociera y viviera, soy un enamorado de la misma. Inenarrable, indescriptible, inefable acontecimiento, digno de ser conocido.

La mejor manera de saber de ella para los foráneos es acudiendo a la Processoneta del Matí, en la mañana del 8 de septiembre, corta procesión que discurre entre la Capella de la Troballa y la Iglesia de san Jaime, su Traslado, que es un tráiler, un avance, una sinopsis, el boato y apoteosis de la gran fiesta, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que dura toda la mañana.

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