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El viejo terrorismo ambiental

Explican los expertos en estos días en los que el alma se nos rompe en mil pedazos viendo Xàbia arder que el pirómano, cualquier pirómano, actúa casi siempre por cuestiones emocionales que rara vez tienen que ver con un interés personal en obtener beneficio de la tierra a la que prenden fuego. Es decir, no buscan negocio, aunque en principio es lo que pensáramos muchas personas entre las que me incluyo dadas las sospechosas facilidades legales proporcionadas los últimos años para construir sobre zona quemada. No buscan negocio, pues, sino vomitar toda su rabia contra todo y todos. Explican los que saben que el perfil del incendiario es alguien que está enfadado, resentido, repleto de ira por algo que le ha sucedido a él o ella en su vida personal y/o laboral o contra alguien en concreto, casi siempre con la autoridad „un jefe, un alcalde, etc.„, a la que culpabilizan de su inmensa desgracia. Obviamente, y a las pruebas del incendio de Xàbia me remito, la tierra al encendido incendiario le importa, desde su frialdad, absolutamente nada. Es sólo el escenario en el que verter su desequilibrio, castigándonos a todos por su inmenso mal con, eso sí, una calculada estrategia.

Frialdad, falta de empatía, cero amor por el territorio. No es nuevo, ni en lo referente a los pirómanos ni en el mal trato que nuestra sociedad le da a la tierra desde hace décadas. Hemos puesto un ladrillo sobre la hierba allá donde humanamente hemos sido capaces de subir un camión con asfalto, sin mirar prenda, dinamitando espacios naturales únicos sin reversión posible en una urbanización desorbitada e insostenible y hemos violado gran parte de nuestro litoral y nuestros bosques permitiendo actuaciones de vergüenza con el único objetivo de satisfacer nuestro hedonismo personal y gozar de buenas vistas.

Con semejante abono, políticos incendiarios sin escrúpulos sembraron nuestro territorio con programas de actuaciones urbanísticas de vergüenza que contemplaban arrasar miles de hectáreas de huerta o lo que se terciara. Al final fue la crisis quien les paró

„o la justicia en algunos casos (´no hay agua para todos´, les dijo)„. No les paró un amor repentino por la tierra ni el medio ambiente o un ataque de dignidad. Les paró que no había dinero para construir tanto. Y punto.

Nadie puede parar a un pirómano cuando quiere hacer daño a la montaña, pero sí se la puede proteger mejor de otro tipo de agresiones. Al menos, para que dé la sensación

„como sentimos muchos en estos días tristes„ de que nuestra tierra importa.

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