La excepcional lengua de aire cálido que hemos tenido en España estos últimos días desaparece del mapa meteorológico. Hoy, jueves, se producirá un descenso muy notable de las temperaturas y será difícil que vuelvan a alcanzarse esos 40 ºC que se han superado como si nada en las 72 horas precedentes, hasta el punto de que numerosos observatorios de la red oficial de Aemet batieron sus récords de temperatura máxima absoluta para el mes de septiembre. Realmente se ha tratado de un episodio de calor verdaderamente extraordinario, no sólo por el hecho de haberse producido en septiembre, sino por su duración y extensión territorial. Además, el insoportable ambiente ha sorprendido a millones de ciudadanos al poco de regresar de sus vacaciones, lo que ha hecho todavía más difícil la vuelta a la normalidad. Es cierto: una ola de calor tan intensa se sobrelleva mejor de vacaciones, en la playa o en la montaña, que cuando regresas a la ciudad para reincorporarte al trabajo, por lo que estoy convencido de que esta asfixiante mitad de la semana en curso ha agudizado el estrés posvacacional a mucha gente. No es la primera vez que sucede en septiembre, ya que hay precedentes como el de 1988, pero esta vez se ha pasado de la raya batiendo récords de calor y alimentando unas condiciones atmosféricas que, con el añadido de los incendios forestales, nos harán rememorar septiembre de 2016 como una efeméride de infausto recuerdo.

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