No soy muy futbolero, y me importa poco que la gestión del Valencia CF sea como es. Me importa poco el mercantilismo con los jugadores vendiéndolos y comprándolos, como si fueran ya saben el qué. Oigo que fulanito es de un club y me irrita, qué quieren que le haga. Y si escucho las nóminas, ni les cuento. Y si miro los alardes de coches, de casas, de fiestas, ya es el no va más. Solo admiro las filigranas de Messi, y entonces me reconcilio con el espectáculo, aunque los fraudes y defraudes a hacienda me indignan. Así están las cosas.

Ahora bien, que los dichosos clubs tengan el nombre de las ciudades, me parece impropio. El Valencia cf no somos todos, la mayoría no tenemos nada que ver ese negocio privado, ni los jugadores son de la ciudad, ni vienen de la cantera. Solo ocurre que el estadio (un estadio que no sabemos de quién es, por cierto) está casualmente en la ciudad, y eso es suficiente para levantar pasiones de identificación visceral. Hemos ganado, hemos perdido (esto es más frecuente) repiten los aficionados que ni siquiera acuden al campo.

Decimos que el equipo de la ciudad, pero no es verdad. La ciudad es otra cosa, no tiene nada que ver con ese tejemaneje en el que se ha convertido el fútbol. El club no la representa, se apropia de su nombre, y nos hace creer que forma parte de ella, pero no es cierto. La Constitución debería tener un mandamiento añadido que dijera algo así: se prohíbe tomar el nombre de la ciudad en vano. Nada de clubs que usan el nombre de las ciudades sin que ellas tengan ninguna autoridad sobre él. Llámenle Inversiones Deportivas CF, Compraventas Asociadas SA, o como quieran, pero dejen a la ciudad a salvo de sus idas y venidas, de sus viajes a oriente a visitar a los reyes inversores (que no magos), déjenla al margen de sus negocios y sus comisiones fuera de control.

La ciudad, la humilde ciudad de nuestros amores y desamores, no es un club, es el lugar de la convivencia, donde tratamos de desarrollar nuestras vidas compartidas, donde crecemos, donde aprendemos, donde jugamos, donde nos divertimos y vamos a espectáculos, donde defendemos nuestros derechos, donde trabajamos, y todo eso lo hacemos juntos, en un escenario que llamamos ciudad y que transformamos cada día. No tiene nada que ver con accionistas, ni con fichajes trucados, ni con estadios a medias. Simplemente es eso, nuestra ciudad.