No deja de ser una obviedad lo que dijo ayer Alcácer: el Valencia solo puede competir con el Madrid y el Barça si se hacen las cosas muy bien, y no es el caso. De ahí que se le escapen las principales estrellas, entre ellas un jugador tan querido como el delantero de Torrent. Alcácer, de 23 años, fue declarado intransferible antes del verano y, sin embargo, vendido subrepticiamente pocas semanas después sin que estuviera justificado por las necesidades económicas del club (el Valencia es el segundo equipo de Europa que más ha ingresado en ventas de futbolistas tras la Juventus, que ha traspasado a Pogba al United).
El delantero de Torrent está dolido con la presidenta de Mestalla, Layhoon Chan, que le cargó el muerto del traspaso la semana pasada («Me ha decepcionado Alcácer», declaró) para justificar su anterior e inútil promesa ante las peñas: «Alcácer no se venderá al Barça».
Ahora bien, no era el lugar, el Camp Nou, ni el momento, su presentación como jugador del Barça, para expresar ese resentimiento. Era el momento de lo contrario: de absoluto agradecimiento a la entidad de Mestalla por haberle permitido llegar a lo que él ahora entiende como la cima futbolística azulgrana.
Los dirigentes van y vienen, el club del que él ha sido un hincha seguirá estando ahí cuando el tiempo borre las heridas. Sus representantes (los hermanos Toldrá, que ya llevaron a Soldado al Tottenham despotricando contra el entonces presidente, Amadeo Salvo) no han sabido hacérselo ver. Hay que tener clase para llegar y para marcharse.
