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Iberdrola y yo

A principios del verano recuperé una carta de Iberdrola en la que me hablaban de no se qué contador que ellos debían instalar y se permitían el lujo de amenazarme, cierto que con la suavidad de maneras que cabe esperar de unos señores a quienes, al parecer, no les suda el tramo sacro de la columna vertebral. La amenaza es prerrogativa del estado, que va del comandante en jefe de las fuerzas de tierra, mar y aire (más el submarino que no emerge) al último policía local. El de las multas de la zona azul no es Estado. Ni tampoco Iberdrola pese a sus saneadas cuentas, enhorabuena.

Pues bien, llamé al teléfono y gracias a que no era de tarificación especial (es decir de los que encubren estafas a los usuarios, una cosa que tampoco han arreglado los partidos viejos ni los nuevos) y a que salió una voz atenta, concerté una cita, pero ellos no acudieron. Ni llamaron. Ni se disculparon. Les escribí un mail en el que decía entre otras cosas: «tuve la cortesía de esperar otra media hora (€), siempre con el móvil cerca por si me llamaban ustedes. Pero ni llegaba el equipo instalador, ni nadie me comunicaba cualquier contingencia, de lo que se infiere que ustedes consideran su tiempo más valioso que el mío y eso, como todo respeto, está por demostrar. (€) Lo más curioso es que llamé a su teléfono y comprobé que es entre unidireccional e inexistente (para los abonados) ¡Viva la comunicación! A todo eso, los abonados quizás no seamos clientes, sino secuestrados, lo que explicaría que sea el secuestrador el que decide cuando se pone en comunicación con el mundo (o cualquiera de sus criaturas). Dios le guarde muchos años por el bien de la patria».

Su respuesta fue la siguiente: «En relación a su correo electrónico, debemos comunicarle que, una vez realizadas las verificaciones oportunas, hemos comprobado que con fecha tal y tal, se procedió al cambio del contador de telegestión en el punto de suministro que nos indica en su anterior correo electrónico, por parte de nuestros técnicos. Atentamente (la sintaxis es suya). Ellos hacían mientras yo esperaba. ¡Coño con la División Panzer!

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