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Los funcionarios valencianos...

Mientras la siempre vigorosa responsable de empleo de la Generalitat, María José Mira, llega al cargo comisionada para cerrar empresas públicas inútiles, la Generalitat se apresta a convertir en funcionarios a cinco millares de interinos. Según los expertos es esa condición precaria de los trabajadores de la Administración el cáncer de la función pública, un ámbito siempre bajo lupa. Opino que el funcionario es necesario. Su figura es el elemento que necesita la sociedad para catalizar las necesidades cotidianas de los ciudadanos, es el elemento óseo del mecano institucional. El oficio, por tanto, debe desempeñarse por vocación de servicio público y sacrificio hacia el resto de contribuyentes. El funcionario debe ser el gran seguro a favor de la libre competencia y la detección y prevención de la corrupción, entre otros menesteres.

Héroes o villanos. Sin embargo el panorama no es tan idílico. Bien sabemos los conocedores de las empresas públicas que en el ingente magma funcionarial conviven truhanes, gandules y diletantes camuflados, silentes representantes de un funcionariado subalterno de tufo postfranquista. No obstante, es de justicia reconocerlo, la mayoría de los trabajadores públicos se ganan cada día el pan con el sudor de su frente, o lo pagan con su vida. El soldado valenciano Aarón Vidal fallecido esta semana en Irak o los bomberos forestales son pruebas humanas del sacrificio de muchos trabajadores públicos.

¿Muchos o pocos? El departamento que dirige la siempre ministrable consellera Gabriela Bravo asegura que en la CV hay 16.000 funcionarios o interinos. Una radiografía somera nos dice que ese ejército de braceros no es especialmente numeroso -salimos a menos funcionarios por barba que la media española-, que es una gleba envejecida y que sobran temporeros. Este colectivo, en la era de los recortes que no cesan -aunque ahora se silencien-, sigue en el candelero porque, en resumen, la opinión pública no distingue entre la sociedad del bienestar y la sociedad sindical.

Mala prensa. Pese al valor de su oficio, el funcionario tiene mala prensa. Ahora mismo son como el jefe de informativos de una TV pública: o los respetas o no los respetas. Pero contra la tentación habitual de la crítica debería abrigarlos un estatuto especial para blindarlos ante el mismísimo sursum corda, o la mismísima vicepresidenta del Consell. Al funcionario digo. El tripartito llegó al poder bajo la bandera de la dignificación de lo público, apostando por lo colectivo y denunciando el despilfarro. Ignoramos a cuál de estos epígrafes cabe asignar como resultado el lamentable episodio en un asilo público en Carlet esta semana en el que ha trascendido la, al parecer, insuficiente atención que reciben sus huéspedes.

Carrera profesional. La necesaria modernización de la carrera profesional debería pasar por exigir niveles óptimos de rendimiento y consecución de objetivos convenientemente evaluados de forma periódica, algo extendido en Europa. La carrera funcionarial debería implementarse a imagen y semejanza de la francesa, país que inventó la administración occidental. Ojo, carrera, no pelotazo, amiguismo o el favoret. Sin embargo todo indica que las flaquezas presupuestarias obligarán a la Administración a poner más imaginación que recursos en este ámbito. Las arcas públicas están caninas y al "gobierno de los recortes" -sambenito que con éxito colgaron a los gobiernos del PPCV- le ha sucedido el "el govern de les retallades".

Como muestra un botón. Es sabido que los ascensores de la flamante Ciudad de la Justicia de Valencia fallan más que una escopeta de feria. Tanto es así que los procuradores suben y bajan por las escaleras. El problema radica en que, en este caso, alguna de las frecuentes averías de los elevadores del sancta santorum de la justicia valenciana puede acabar con luctuosas consecuencias. Recientemente uno de los ascensores se bloqueó entre dos plantas, dejando encerradas a tres personas. La desgracia añadida quiso que una de las retenidas fuera invidente. Rápidamente se personó la Guardia Civil y solicitó la presencia de los servicios de mantenimiento. Cuando llegaron los operarios adujeron que el servicio contratado -debido a "les retallades"- ya no incluía rescate de personas. El desmayo de una de las encerradas -precisamente la persona ciega- aumentó el tinte kafkiano del incidente. El episodio se solucionó con la llegada de los bomberos hora y media después del suceso y el rescate de las víctimas. Los hechos ilustran el clima de malestar en el ámbito judicial, agravado por la eliminación de pluses y toda una serie de complementos, ventajas acumuladas durante distintas legislaturas. El apretón presupuestario no ha privilegiado a nadie. Hasta los jueces se han visto privados del derecho -casi consetudinario- de aparcar gratis en los bajos del complejo. Para que te pille un pleito con un magistrado de mal humor.

? Y LA VICEPRESIDENTA

La impactante fotografía de un anciano semidesnudo, magullado y sorprendido en una mueca corporal indescriptible ha irrumpido en el circo catódico alertando a la opinión pública sobre las deficiencias de la atención que recibían los usuarios de este centro de Carlet. Ignoramos si, debido a los recortes que los sindicatos denuncian, se han replicado esta clase de incidentes en otras residencias que no han trascendido a los medios. Se acusa al Consell de no atender sus demandas, de no reforzar las plantillas asistenciales. En su respuesta ante tal reproche, la vicepresidenta Mónica Oltra -responsable del ramo-, lejos de entonar el mea culpa ante lo dramático del episodio, persiguió al mensajero y "monegó" a los medios. Quizás el filtrador, ahora demonizado, hubiera sido definido como audaz defensor de los derechos ciudadanos y la libertad de expresión sólo hace un año.

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