En el artículo anterior ya pudimos comprobar como a lo largo del otoño las probabilidades de encontrarnos una baja atmósfera más nítida; condición estrictamente necesaria para una observación óptima del cielo nocturno, iban aumentando conforme más se acerca el invierno. Cabe recordar que en esta serie de artículos sobre la visibilidad hablamos siempre de probabilidades, dentro del marco de lo que suele darse en nuestro entorno a nivel climático. Así pues, hoy veremos con detalle qué es lo que climáticamente se suele dar en invierno en nuestro territorio, visto desde el punto de vista de la visibilidad en el cielo y las facilidades que podemos encontrar para la observación nocturna.

Con la llegada del invierno las situaciones meteorológicas que más se suelen dar son de régimen terral, con vientos de poniente -secos- que siempre que no soplen con mucha fuerza implican una visibilidad muy buena en la baja atmósfera, otra situación que también es bastante común en los meses centrales del invierno es aquella en la que se dan las calmas anticiclónicas. Entre ambos tipos de situaciones podemos tener las condiciones de gran parte de las noches invernales. Las situaciones de viento terral, pese a ser secas suelen venir acompañadas de nubes de tipo medio y alto, puesto que en su paso por la península las masas atlánticas sólo pierden su contenido en agua en las capas bajas -por debajo de los 3000 metros aproximadamente-. Además, si sopla fuerte el viento, éste tiende a levantar polvo; que también reduce la visibilidad. Con todo esto, para el observador nocturno la mejor situación suele ser la anticiclónica, con la atmosfera con escasa humedad en prácticamente toda su extensión vertical; ya que incluso en el peor de los casos, cuando puede acompañar la niebla, excepto en los 50 o 100 primeros metros de la columna atmosférica el resto suele estar limpia de vapor de agua y otras partículas. En este caso no tenemos en cuenta las típicas nieblas contaminantes, que se suelen producir cerca de las grandes ciudades en estos episodios anticiclónicos, puesto que en cualquier caso en estos lugares no es posible efectuar una buena observación del cielo nocturno en ningún día del año, debido a la contaminación lumínica.

Así pues, en cualquier noche de calma anticiclónica invernal adentrándonos en zonas rurales, alejados de grandes ciudades y en cualquier cima o vertiente montañosa el espectáculo de la observación del cielo nocturno, limpio y estrellado, puede ser sencillamente impresionante; con una visión muy clara y diáfana de regiones celestes como la Vía Láctea por ejemplo. En el siguiente episodio trataremos sobre qué nos suele deparar la primavera en cuanto a la observación del cielo nocturno y como, aunque existe la posibilidad de encontrarnos con condiciones plenamente satisfactorias como las de las noches invernales que hemos descrito, es mucho más complicado que estas se lleguen a dar.