Llevamos años hablando de la Jornada Escolar y siempre hemos opinado lo mismo desde la Confederación de Asociaciones Vecinales de la Comunitat Valenciana, CAVE-COVA, ya que pensamos que la distribución de los tiempos escolares ha de ser la más acorde a las necesidades pedagógicas del alumnado, que ha de ser la figura principal de este debate, sin entrar en consideraciones estériles por la confusión con las reivindicaciones laborales del profesorado.

Ahora nos encontramos en un nuevo periodo, una nueva etapa, con nuevos actores políticos, pero el fondo de la cuestión sigue siendo el mismo y las preguntas que surgen al respecto también: ¿qué criterios pedagógicos se aplican para determinar si es o no conveniente? ¿Cómo se va a garantizar la igualdad de oportunidades a todas y todos? ¿Quién garantiza al 100% que sea reversible esta medida?

Evidentemente la Orden publicada por la Conselleria de Educación prevé unos requisitos indispensables para la solicitud de la jornada continuada, que obligan a los centros que aspiran a ella a cumplir dichas exigencias, pero, aquí de nuevo nos surgen preguntas, porque ¿quién hará la evaluación posterior? No solo de las actividades que se realicen en horario no lectivo, y que deben cumplir unos criterios de calidad razonables, sino las del horario lectivo, que al verse compactado, puede resultar mucho más agotador para el alumnado€ ¿Quién y cómo se va a valorar si el rendimiento escolar es mejor o peor?

Esta reciente normativa deja atadas muchas cuestiones importantes, pero así y todo nos produce una gran desazón, ya que se publicó a final del curso, dando opción a los centros a que puedan optar a la Jornada Continua sin el tiempo necesario para que las familias puedan valorar convenientemente si es interesante su aplicación o no y, algo más importante, después del período de matriculación, lo que hace que, en algunos casos se encuentren al comenzar el curso con la desagradable sorpresa de que el centro ha demandado un tipo de jornada que no es la que hubieran elegido para matricular a sus hijos.

Además, hay que tener en cuenta que en muchas Comunidades Autónomas donde se ha implementado la Jornada Continua se están volviendo a plantear la partida, pues han visto cómo desaparecían las actividades extraescolares y disminuían o cerraban los comedores escolares, creándose verdaderos problemas sociales. Incluso, las propias AMPAs corren el peligro de desaparecer, ya que resulta mucho más complicado tener una oferta de actividades y de participación con la jornada compactada, lo que hace, una vez más, que las familias queden relegadas a un segundo lugar en el, tan importante, proceso educativo de sus hijos e hijas.

Y, sobre todo, nos preocupa mucho la equidad educativa, y este modelo de Jornada nos deja muchas dudas al respecto, ya que, a la larga, se puede originar un grave desequilibrio entre el alumnado con más recursos y el que tiene mayores dificultades socioeconómicas.

Creemos que el planteamiento de la modificación de la jornada escolar debería producirse de manera mucho más seria y rigurosa, y requeriría, además, de un análisis profundo de los tiempos sociales y laborales que nos rodean, ya que lo otro no se adecúa a la realidad de una mayoría de la ciudadanía.