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La "mussoliniana" plaza de l´Almoina

La plaza arqueológica de la Almoyna «está mal hecha y mal concebida en su origen», en palabras de Glòria Tello, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Valencia. Le ha faltado decir lo más evidente, que es un insulto al corazón del centro histórico de Valencia, una auténtica castaña de arquitectura «mussoliniana», estación de autobuses a la que solo le faltan los buses de la EMT.

Aparte lo mal ideada por sus mentores políticos y técnicos y de las carencias y deficiencias de la construcción está claro que el sentido de la estética, como en la mili el valor, se les debía suponer, o lo tendrían donde las abejas, pues lo más repelente del costoso resultado de aquel empeño de diseño y realización fue que destrozaron el intenso y concentrado paisaje de su enclave.

Los muros de las lamentaciones o al estilo berlinés que en dicha plaza arqueológica fueron levantados destrozaron por completo el entorno. Afean, ocultan y entorpecen la preciosa visión de los edificios de la Catedral, de la Basílica de la Virgen, del Palacio de Colomina, del Almudín, de la Casa de Punt de Gantxo, del Palacio Arzobispal y demás casas señoriales traseras. Nunca ningún Ayuntamiento, ni ningún arquitecto pudo hacer tanto daño en una sola obra al paisaje visual de un centro histórico.

En el pretendido poético ideario de los impulsores, patrocinadores y autores de esta plaza arqueológica figuraba como elemento más destacado la mini piscina-lámina de agua superior a través de la cual debía «leerse», verse, las ruinas arqueológicas bajo halladas, para lo cual, vista la cosa, había que tener mucha imaginación o unos prismáticos de visión nocturna de los empleados en las guerras al uso.

Por ello, ahora que el Ayuntamiento se ha dado cuenta de la gran pifia allí montada, del gran insulto al entorno artístico que supone la supuesta plaza arqueológica , sobre todo para los edificios dela Real Basílica y la Catedral, para el centro histórico, para la sensibilidad histórica general, podrían pensar en desmontar las artificiales murallas de nuevo cuño allí enclavadas no se sabe para qué, con el fin de que sea diáfana la contemplación de las verdaderas obras de arte arquitectónicas del enclave.

Una plaza es, fundamentalmente, llana, sin laberintos, ni carreras de obstáculos, sin elementos que bloqueen, entorpezcan, colapsen o congestionen, para el uso, disfrute, esparcimiento y la posibilidad de su uso público por los ciudadanos. Hoy es todo lo contrario, un complicado espacio lleno de escalones, paredones y recovecos, consentido extrañamente por la Consellería de Cultura „ que suele cogérsela con un papel de fumar„ y no protestada en su día, que yo recuerde, por el Colegio de Arquitectos, por la Academia de Bellas Artes, o por el mismísimo Consell Valencià de Cultura.

El solar hoy de la Almoyna, desde el año 1922, se pensó para ampliación de la Basílica de la Virgen. La Cofradía de la Virgen para conformarlo fue adquiriendo las casas que lo ocupaban y derribarlas para levantarle un grandioso templo. Hubo varios proyectos, dos de ellos muy interesantes de Traver y Galiana, que aprovechaban bien el solar. La guerra civil y las penurias de la postguerra ralentizaron los trabajos. Cuando se excavó para meterse de lleno en ello parecieron las ruinas de las distintas épocas de la historia de la ciudad que sobradamente se presumía existían. Se paralizó todo. Como fórmula transaccional, la Cofradía vio bien que su solar fuera, al menos, un jardín litúrgico, o que construida la ampliación del templo pudieran ser visitables las ruinas en su subterráneo.

El Ayuntamiento al final se hizo con el solar para convertir lo en un museo arqueológico y la Basílica seguiría siendo pequeña, tal cual como se diseñó. Y junto a ella, afeándola de manera insidiosa se levantaría el incomprensible mazacote que preside un lugar arqueológico cuyas instalaciones superiores y superfluas, antiestéticas, no han servido para nada, excepto para deteriorar más lo allí contenido en el subsuelo.

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