La mujer fuerte del socialismo español, Susana Díaz, no sabe de qué le hablan cuando le preguntan por un plan para derribar a Pedro Sánchez. Pero si aún no lo hay, alguien debe de estar urdiéndolo en una esquina, porque el ruido es cada vez más intenso y la parte a derribar se parapeta detrás del silencio. Es la mejor prueba de que el secretario general y su equipo se preparan para una arremetida.

En el PSOE vuelve a haber "críticos", y nunca un líder socialista fue tan débil. Estos son hechos probados. Y la razón de la creciente desconfianza en él no puede ser otra que su ambición de gobernar (o eso le imputan), apoyándose en imposibles tales como formar un trío con Podemos y C's, o peor: con Podemos y los "indepes".

Ningún socialista de viejo cuño puede ver con buenos ojos que el PSOE se arrime a su peor enemigo, el que quiere volatilizar sus siglas. Pero todavía resulta más hiriente que Sánchez se lo plantee cuando sólo cuenta con 85 diputados y ya tiene en su haber los dos peores y consecutivos resultados electorales de la historia del partido.

El pasado día 2, cuando Rajoy fracasó en su intento de salir investido y Sánchez se propuso para "dar con una solución" al bloqueo político, su frase, ambigua donde las haya, fue interpretada por los oráculos socialistas como una estratagema para quitarse presión de encima, consumida la vigencia del "no es no" al candidato del PP.

Sánchez hizo unas llamadas y ahí lo dejó, no siguió intentándolo. Sin embargo, el trato que ha recibido de sus compañeros desde entonces es el que se reserva al díscolo irredento. El PSOE "de las mil voces", como una turba a la busca de soga y árbol.

¿En qué quedamos? ¿Cumplió Sánchez lo que le dictó el comité federal ?(votar "no") y después se limitó a ganar tiempo? ¿O es que le estaban pidiendo que se abstuviera y se comiera él solo la mierda? Y si se trata de eso, ¿cuántos, aparte de Fernández Vara, se atreverán a proponerlo en el próximo comité federal. Será digno de verse.