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El éxito de las citas

Empezaré por la confesión: a menudo paso zapeando por «First dates»... y me quedo. Ya saben, el programa de citas de Carlos Sobera en Cuatro. Habrá quien piense que en el pecado llevo la penitencia, puede que con razón, pero permítanme argumentar sus virtudes sin mostrar aún ningún propósito de enmienda.

La falta de trascendencia del programa es un punto a favor irrebatible en esa hora de la noche que los expertos llaman access prime time, que ha de ser más bien breve y arrastrar audiencia para el plato estrella de noche. Eso lo cumple con historias breves y fragmentadas que permiten engancharse o desengancharse en cualquier momento. No es preciso quedarse hasta el final para imaginar el resultado de la cita y a veces solo necesitamos un divertimento que no requiera demasiada atención neuronal.

La notable audiencia de «First dates» le ha hecho doblar la apuesta con sorpresas para no aburrir al personal por repetición. Puedes encontrar a Aramis Fuster de consejera, a Yurena o a Mario Vaquerizo animando el cotarro y a concursantes de otros programas enamoradizos volviendo a la tele a por más. Para los fans de lo «tróspido» es un aliciente. El lado gamberro de las citas está ahí, con un «casting» de personajes que se sale de lo convencional y se ganan su momento de fama.

Este programa cimentó su seguimiento en verano, frente a las repeticiones de la competencia. Y ahora que ha vuelto «El hormiguero» todopoderoso echo en falta más transgresión en el plató de Pablo Motos, que con las grandes estrellas juega a su versión más edulcorada. No se corta a la misma hora «El intermedio» del Wyoming, pero hay noches en que la actualidad política no se puede tragar ni siquiera con humor.

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