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Cinco años

Es muy satisfactorio ver cómo se consolida y crece a nivel internacional la firma Del Pozo, enfocando nuevos y estimulantes proyectos. Son, en esencia, méritos propios de Josep Font, uno de los mejores talentos que ha dado la moda española, reconocido con el Premio Nacional de Diseño de Moda en 2014. Pero no olvidemos que el primero que recibió ese galardón, en 1989, fue precisamente Jesús del Pozo, de quien parte la firma actual y en el que se asienta todo lo que está alcanzando en la hora presente.

Ahora que, en agosto, se han cumplido cinco años de su muerte y en Madrid, donde nació, se le dedica una exposición, se reactiva su memoria, que para quienes le conocimos, le admiramos y le quisimos, seguirá siempre viva. Jesús del Pozo era un fuera de serie, un verdadero creador, que configuró un estilo propio, tan inconfundible como inimitable. Hombre culto, sensible, afín a toda manifestación artística, en realidad y ante todo era él un artista, mucho más que un modisto. Inventor de formas arquitectónicas, lo era también de colores inexistentes que él mismo conseguía a base de tintes y manipulaciones minuciosas. Enemigo de ostentación y aparato lo fiaba a construcciones complejas dentro de una pureza de líneas muchas veces arriesgada, en modelos que parecían surgidos prodigiosamente, de una belleza tan conseguida como la perfecta armonía de los catorce versos de un soneto.

Alguien tan poco propenso a entusiasmos fugaces como el maestro de periodistas Iñaki Gabilondo, pudo decir: «El primer día que asistí a uno de sus desfiles supe que Jesús era un poeta». Una mujer que vestía como nadie sus modelos, fue Ana Belén. Ella, como musa especial del diseñador madrileño, podría ser el emblema de esta reveladora frase de Jesús del Pozo: «No hago ropa para mujeres que pretendan ser elegantes gracias a ella, sino para mujeres que ya son elegantes y que no quieren que ninguna ropa lo oculte».

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