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Una mujer multitarea

La situación de Rita Barberá, bajándose en marcha de un tren que la conducía a Madrid para tomar otro que la devolvía a Valencia, tiene algo de vodevil siniestro. Si se pudiera introducir un vagón del AVE en el escenario de un teatro, a modo de decorado, y colocar en él a la exalcaldesa de Valencia en el momento de recibir la noticia de su imputación, nos encontraríamos ante un momento teatral de una intensidad inigualable. Los trenes metaforizan tantas cosas? ´El último tren´ suele decirse de la última oportunidad perdida. Tal vez Barberá viajaba, sin saberlo, en el último tren de su existencia política. Imaginamos su rostro de incredulidad, casi podemos ver los relámpagos de indignación y miedo que iluminaban los espacios vacíos de su famoso cardado.

De modo, decíamos, que cambió de tren prácticamente en marcha. Se asomó a la ventanilla del que iba y se arrojó a una de las ventanillas del que volvía. La acrobacia, dada las corrientes de aire que se produce entre dos trenes que se cruzan a 200 por hora, exige una pericia notable. Para haberse matado, dirán algunos. En el último instante, sin embargo, logró agarrarse al escaño de senadora y ahí la tienen, escribiendo comunicados de Todo por la Patria. Abandona el partido porque la han echado, pero continúa aforada, no por ella, dice, sino por el bien común. Quizá no recuerda aquella máxima del Dr. Johnson según la cual el patriotismo es el último reducto de los canallas. O quizá prefiera esta otra, también de Johnson: «El éxito en la vida consiste en seguir siempre adelante».

Rita Barberá ha seguido siempre adelante, aunque en dirección al abismo, por lo que vamos viendo. De un modo u otro, y haga lo que haga, siempre da un espectáculo fallero. Da igual verla arrojando petardos a los pies de sus invitados, que subiéndose a un taxi, que cambiando de tren o asomándose a la calle entre los visillos de su ventana. Da igual verla en una rueda de prensa, defendiendo un regalo de Vuitton que en una sala de fiestas, bailando la cumba. Ha devenido, queriendo o no, en un ninot a la que ella misma, y dado que es una mujer multitarea, acaba de prender fuego. ¡Vivan las fallas!

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