No es difícil estar de acuerdo que en la España política de este cálido verano se ha reducido de manera notable el nivel de la vida inteligente. Desde las últimas elecciones generales hasta el nombramiento non nato del ex ministro Soria para el Banco Mundial, pasando por la situación interna del PSOE, la frustrada investidura de Rajoy, el gallinero madrileño de Podemos, la voluntad de inmolarse de Albert Rivera o el desconcierto interno de los políticos catalanes, entre otros episodios, han venido demostrando sucesivamente que la inteligencia política y el sentido común están en franca decadencia. No es de extrañar por otra parte ya que esta deriva viene produciéndose desde hace tiempo y en ella colaboramos también los ciudadanos que decidimos nuestro voto apoyándonos más en la fe que en la razón.

A todo ello contribuye de manera eficaz la retórica y la propaganda de buenos y malos, de constitucionalistas y separatistas, de patriotas y traidores, en donde el hartazgo y el desafecto encuentran su caldo de cultivo porque el ciudadano percibe que buena parte de nuestra clase política no dice la verdad ni cuando se equivoca.

Septiembre no va a cambiar las cosas. Cataluña no es solo un referente económico imprescindible para el resto de España. Es un referente político, social y cultural de vanguardia para el resto de los españoles. La gobernabilidad de España sin mayorías absolutas ha entrado en serias dificultades cuando Cataluña se ha desestabilizado. El problema catalán, que es el problema español, fomentado y despreciado por el gobierno de Mariano Rajoy es el que está condicionando y condicionará en el futuro la gobernabilidad y la estabilidad de España.

La moción de confianza saldrá favorable a Puigdemont y la Generalitat de Catalunya tendrá presupuestos. Los tribunales podrán entonces comenzar, ojo, dentro de la legalidad española, a fabricar mártires catalanes procesados o encarcelados, Rajoy levantará la bandera del patriotismo, el PSOE, Ciudadanos, Podemos y sus confluencias deshojarán la margarita y, mientras tanto, la gobernabilidad de España se hará cada día más difícil.

La causa de la causa es causa del mal causado, dicen los juristas. Y todo invita al exilio. Las dosis de realismo, de verdad y de ejemplaridad las saldan hoy algunos afirmando la plena validez de un referéndum unilateral de independencia aunque vote menos del 50 % del censo, estableciendo el día de Navidad para unas terceras elecciones con el objetivo de conseguir aumentar la abstención o manteniendo en la esfera pública a personajes que en cualquier país de nuestro entorno europeo estarían fuera de ella. ¿Pero cuál es el repuesto a todo este desatino? La solución menos mala podría venir desde Cataluña. Habrá que estar pendientes de los movimientos de Nuria Parlón, alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet.