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Matías Vallés

La pareja hueca

Todos ustedes saben ya que la actriz Angelina Jolie ha solicitado el divorcio del actor Brad Pitt. Sin embargo, solo diez mil de ustedes se preocuparon en España por asistir al estreno del último rodaje interpretado por ambos, Frente al mar. El abismal contraste se ahonda porque esta película, dirigida y escrita además por la esposa, aborda la quiebra de un matrimonio en un ejercicio premonitorio. La mayoría de quienes comentan encendidos la ruptura conyugal, no han visto la obra en que se basa. Millones de españoles y españolas están dispuestos a emparejarse indistintamente con cualquiera de los integrantes de Brangelina, siempre que no se les obligue a soportar las películas de sus ídolos. Los aman a ciegas, literalmente.

La condición legendaria se adquiere cuando de la admiración desaparece la actividad que en principio justificaría la mitificación. ¿Quién ve películas de Marilyn o escucha habitualmente a Elvis? Sin embargo, Frente al mar no solo posee calidades intrínsecas no apreciadas por la crítica ni por la audiencia. Sobre todo, la película resulta imprescindible antes de pronunciar la primera palabra sobre la ruptura matrimonial de Pitt y Jolie. El alcoholismo, la esterilidad de la belleza compartida, ni el adulterio puede remediar ya a la pareja. Traslada a los años setenta a un matrimonio que destina la mitad de su tiempo a la exposición pública, y la otra mitad a debatir en privado la proyección exterior.

Si toda Angelina Jolie está en sus películas, posee un interés muy limitado. La pieza canónica sobre Brad Pitt es una extensa entrevista con acceso completo en Vanity Fair. Más allá de una pasión por la arquitectura no sustentada en conocimiento alguno, describe la vaciedad perfecta. Reunidos, componen una pareja hueca, subliman el imperio de la imagen. Millones de personas más interesantes que Jolie o Pitt lo darían todo por rebajarse a su dudosa calidad. Así es Hollywood, un planeta tan exigente que la narradora de El último magnate de Scott Fitzgerald presume de que «ni media docena de hombres han sido capaces de mantener la ecuación completa del cine en sus cabezas». Por eso nos gusta, porque nunca acertamos a atraparlo.

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