Si alguien creyó que con la detección del bosón de Higgs se cerraba un enorme capítulo de la física, se equivocaba: abrió otro. La constatación experimental de la partícula responsable de la masa completaba el edificio del denominado Modelo Estándar (la descripción teórica más precisa que hasta ahora ha tenido el hombre de la realidad), pero abría el interrogante sobre qué hay más allá.

Evidencias de que queda mucho por indagar las hay. Una de las principales, la posible existencia de «materia oscura», un tipo de partículas totalmente desconocidas pero cuyos efectos explican el modo en el que giran las galaxias. Y para colmo, cuando se realizan los cálculos, representa la mayoría de la materia que existe en el Universo: prácticamente el 80 por ciento. Pero, ¿de qué está formada esa materia oscura?

Para responder a esa pregunta los físicos cuentan con varias hipótesis teóricas que se fundamentan en complejas teorías que llevan décadas desarrollándose, como la supersimetría o mediante extensiones del actual modelo estándar. Precisamente, el gran acelerador de partículas del CERN en Ginebra, que halló en 2012 el bosón de Higgs, ha incrementado su potencia para tratar de hallar pistas de esa inquietante materia oscura. Las sospechas pasan por la existencia de partículas jamás detectadas, entre ellas los denominados «fotones oscuros», responsables del electromagnetismo de la materia oscura y que podrían justificar algunas anomalías en ciertos experimentos. Sin embargo, una sorpresiva línea de investigación acaba de abrirse, sacudiendo un poquito a la ya de por sí entusiasta comunidad científica.

Varios experimentos se han llevado a cabo para tratar de saber qué es la «materia oscura» sin que hasta ahora se vislumbre una respuesta. Pero el pasado año, un equipo de físicos del Instituto de Investigación Nuclear de la Academia de Ciencias de Hungría publicó los resultados de un experimento en el que trataban de encontrar esos hipotéticos «fotones oscuros». El resultado fue el hallazgo de una partícula 34 veces más pesada que un electrón. ¿Era eso un «fotón oscuro»?

El estudio pasó sin pena ni gloria, sin apenas referencias, hasta que el pasado mes de abril varios físicos teóricos comprobaron que la partícula podría ser la evidencia de una quinta fuerza de la naturaleza que se nos había escapado.

La física ha establecido cuatro fuerzas fundamentales: la gravedad, que hace que las masas se atraigan; el electromagnetismo, responsable de la electricidad, de la luz y de la atracción de cargas eléctricas; la fuerza nuclear débil, que justifica la desintegración nuclear, y la fuerza nuclear fuerte, que explica por qué los quarks, partículas que forman los protones y neutrones, permanecen ligadas en su interior. Todas estas fuerzas se transmiten gracias a unas partículas específicas, denominadas bosones. La duda que planea sobre la comunidad científica es si el «fotón oscuro» hallado en el experimento de Hungría no será el bosón de esa nueva interacción desconocida.

¿Cómo ha pasado inadvertida esa quinta fuerza? Quizás porque los experimentos que habitualmente se realizan en los grandes aceleradores no son los más indicados para detectarla. Por el momento ya hay varios laboratorios ideando experimentos para cazar a ese supuesto «bosón X». Nada hay que excite tanto a la comunidad de físicos como pensar que pueda abrirse una puerta para explorar fenómenos hasta ahora desconocidos. El problema es que otras supuestas quintas fuerzas acabaron en el cubo de la papelera. Habrá que esperar uno o dos años para saber si estamos ante otro fracaso o, en cambio, ante un premio Nobel y la siempre apasionante expectativa de que la realidad abre otro sendero que explorar.