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«El pacto del soliloquio»

El pacto educativo que nos iba a «hacer liderar una nueva idea de España» se desvanece a la semana de que Puig lanzara la propuesta. Los actores prefieren el soliloquio

El fabulista griego Esopo ya decía en el siglo VI a. C. que «las palabras que no van seguidas de hechos no valen nada».

Pues bien, si el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, pretende que su propuesta del Debate de Política General en las Corts ofreciendo un gran acuerdo valenciano por la educación no termine como el enunciado del fabulista Esopo, debe ponerse manos a la obra con el mejor de los talantes.

El momento parece el más adecuado. Hay un borrador de decreto plurilingüístico del conseller Vicent Marzà encima de la mesa que ha recibido críticas desde todos los sectores „evidentemente por diferentes motivos„, lo que en principio no supone un mal comienzo por aquello del equilibrio.

Reconozco que el reto no es baladí. Porque en la Comunitat Valenciana, a las diferencias ideológicas se suman las lingüísticas, que en muchas ocasiones terminan velando los contenidos educativos por una cuestión de prioridades pendiente de resolver.

El universo de la enseñanza, por otro lado, es un campo de minas amplio, puesto que el debate abierto sobre el decreto del plurilingüismo se solapa con otro de carácter aún más político, como el del peso de la educación privada en el nuevo escenario. Y mejor no hablar del ámbito universitario, donde tampoco faltan encontronazos con el sector privado, incluso en los tribunales, por las becas o las prácticas.

Todo este campo minado hace más necesario que nunca que se abra una negociación, un alto el fuego que facilite la entrada de los equipos de desactivación de explosivos.

Es el primer paso. Y para darlo hace falta algo más que voluntad y capacidad de diálogo.

¿Es posible? Nada dice que no lo sea. ¿Es probable? Yo, personalmente, soy escéptico.

El pleno de las Corts celebrado ayer ha dejado claro que los actores, por ahora, no están por la labor. De un lado y del otro.

La proposición de ley del Pacto Educativo de la Comunitat Valenciana presentada por el PP y defendida por María José Catalá, más que un guiño al acuerdo, era una bomba de relojería armada para explotar en la cara del presidente. Y así ha sido. Le ha permitido a la exconsellera echar en cara a Puig y sus coaligados su falta de talante.

Y del otro lado, más de lo mismo. Reproches de la socialista Eva Alcón y de Josep Nadal, de Compromís, hacia la propuesta del PP.

La más acertada en el diagnóstico fue la diputada de Ciudadanos Mercedes Ventura cuando habló del «pacto del soliloquio».

El problema es que con «soliloquios» Puig se queda sin ese acuerdo que nos iba a hacer «liderar una nueva idea de España». Y la educación continúa deteriorándose.

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