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Una tele de novela

No descubro América al decir que la literatura se ha convertido en un importante filón para las ficciones televisivas. Y si, además, es de tiempos pretéritos ni te cuento. Hubo un tiempo en que el respetable decía que el cine español estaba saturado de historias de la contienda española. Ahora lo que se lleva en la pequeña pantalla es la posguerra. La adaptación televisiva de «El tiempo entre costuras», exitosa novela de María Dueñas, abrió en los últimos tiempos el apetito de la audiencia por las novelas seriadas de la época. La última en subirse al carro ha sido «La sonata del silencio», obra de Paloma Sánchez-Garnica, que cada martes emite La 1.

La propia autora aseguró hace unos meses a una servidora en una entrevista a este periódico, con motivo de la publicación de su último libro, que siempre es bueno que la televisión acerque la literatura al público. «Fortunata y Jacinta» (de Benito Pérez Galdós), «La regenta» (de Leopoldo Alas «Clarín») o «Los gozos y las sombras» (de Gonzalo Torrente Ballester), ya lo hicieron en su momento. Sánchez-Garnica dijo estar satisfecha con lo que había visto hasta entonces „dos capítulos„, exactamente los mismos que los que hasta ahora ha emitido la cadena pública. Si la propia madre de la criatura la respalda, la que escribe estas líneas no puede más que suscribir sus palabras (también podría no hacerlo).

«La sonata del silencio», la serie, consigue esa factura casi cinematográfica que se ha impuesto en cierta medida en la ficción televisiva. Marta Etura ha estado demasiado tiempo olvidada por la pequeña pantalla „bendita recuperación„, Eduardo Noriega y Fran Perea por fin dejan de lado su carita de niño bueno y sacan su lado más oscuro, que hace presagiar un casi negro. Pero no todo el monte es orégano. Ojo con el ritmo, que en la segunda entrega se relajó. El martes, tercer capítulo.

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