De todas las crisis internas a las que se ha enfrentado el PSOE en los últimos tiempos, quizás ésta sea, probablemente y con diferencia, la más grave. Por encima de las razones que puedan tener unos y otros para justificar la situación, debería estar el sentido común. Más que nunca, es necesario mantener cierta calma y llevar a cabo un honesto ejercicio de reflexión acerca de lo acontecido en los últimos días y las causas que lo han podido originar.

El escenario electoral ha cambiado drásticamente. Los tiempos de las mayorías absolutas han terminado, al menos de momento. La rapidez con la que se ha producido este cambio „poco menos de cuatro años„ en nuestro sistema de partidos probablemente sea la razón por la que no estamos siendo capaces de afrontar esta realidad política. Así, nos damos de bruces con una nueva lógica electoral que, en algún momento, va a requerir que nuestros dirigentes políticos muestren cierta altura de miras y se sienten a hablar. Y esa es una exigencia que los ciudadanos deberemos hacer a todos sin excepción. ¿Acaso la política no es dialogar?

Teniendo en cuenta la configuración parlamentaria, es inevitable que, dentro del PSOE, se produzca una reflexión acerca de la conveniencia o no de abstenerse en el debate de investidura. Hay razones para poder argumentar en un sentido o en otro. Y, como no podía ser de otra manera, defensores de lo uno y de lo otro, también los hay. Soy de quienes piensan que con actual PP no es posible abstenerse, pero el hecho de que haya personas del partido socialista que defiendan la abstención, no quiere decir que sean de derechas, ni nada por estilo. El cleavage derecha-izquierda creado en el propio partido es una falsa fractura. Un debate fabricado que, además de dividir a la propia organización, pone en tela de juicio la ideología de dirigentes históricos que difícilmente pueden ser calificados de derechas. Debería ser completamente normal que un partido como el PSOE pudiera debatir tranquilamente sobre la conveniencia o no de dicha abstención. Ni más ni menos.

Ahora bien: ¿es realmente el debate en torno al posible sentido del voto de investidura lo que ha generado esta quiebra en el seno de la organización? ¿Son razones políticas las que se encuentran detrás de este dantesco panorama orgánico? ¿A qué responde la convocatoria de un Congreso siendo que, probablemente, se tengan que celebrar elecciones en diciembre? ¿Hay realmente posibilidades de conseguir un acuerdo con Podemos y Ciudadanos? En todo caso, ¿por qué no se intentó pactar, de forma exclusiva, con las fuerzas de izquierdas tras las elecciones de diciembre?