Los medios de comunicación tienen una relación anómala con las nuevas tecnologías. Como medios de comunicación se especializan en recoger toda anomalía, nueva o vieja, tecnológica o no pero como son nuevas tecnologías de la información se sienten muy atañidos aunque en 20 años la gente que sabe de tecnología sólo haya sabido venderle hardware y software a la que sabe de información periodística y la que sabe de información periodística aún no sepa cómo utilizarla en su beneficio económico.
La anomalía en los medios es tan grande que se ofrece como información la publicidad de las novedades tecnológicas, renunciando a la vez a los ingresos publicitarios y a los métodos periodísticos, es decir, a todo. ¡Ropa fuera! En las campañas de expectativa del lanzamiento de un nuevo producto se vuelcan, sin rigor, sin recelo, los comunicados de los gabinetes de comunicación de esas multinacionales. A mayor gloria de los fabricantes y para mayor cola, se publican en papel, por internet y televisión las fotografías de compradores alienados, acríticos y postureros, con tiempo para esperar y sin paciencia para hacerlo, movidos por ser los primeros en algo en lo que da igual ser terceros.
He visto a un rector de universidad capitalina babarse ante una intervención de Bill Gates, llamada académica, que fue una presentación comercial para la venta de ordenadores en las escuelas, en nada diferente de una de lavadoras. Todos asistimos a las pompas fúnebres de Steve Jobs como profeta, santo súbito y protagonista de unos evangelios tecnológicos. Del nuevo iPhone ha sido noticia que sus fabricantes han declarado que se trata del «mejor teléfono que hemos hecho nunca». ¿Podrían haber dicho lo contrario? No se pierda la poesía dedicada a los nuevos auriculares inalámbricos que, por serlo, cortan el nudo gordiano de toda la historia auricular.
