Recientemente manifestaba Joan Olmos que la Comunitat Valenciana es «un país de ciudades». No hay duda, pues la población es mayoritariamente urbana, dado que el 83 % reside en ellas, y son numerosas las urbes distribuidas en su territorio. Cien municipios superan los 10.000 habitantes. Un considerable número de ciudades, que además destacan por su variedad. La diversidad de paisajes urbanos es un hecho. La diversidad de planos urbanos (cuadriculados, en abanico, complejos, camineros, de ladera€) apuntada por el geógrafo Vicent M. Rosselló i Verger, también. Pluralidad territorial y sin embargo un proceso común, generalizado, de deformación continua de los barrios antiguos, pues durante décadas y en algunos casos siglos ha existido un afán por demoler inmuebles viejos y con ello las antiguas trazas urbanas, como recogía el veterano profesor, en su obra clásica de la geografía urbana valenciana, 55 ciutats valencianes.

Las ciudades valencianas constituyen huellas del pasado en el territorio, especialmente si prestamos nuestra atención a los conjuntos históricos urbanos, comunes a todas ellas, o a sus planos, pues el trazado de la red de calles, es un hecho perdurable en el tiempo. ¡Con qué facilidad se aprecian las partes más antiguas de un callejero urbano si visualizamos un mapa o una fotografía aérea! Calles estrechas, sinuosas, irregulares, a veces delimitadas por un imaginado recinto, contrastan con otras, más anchas, de trazado rectilíneo, de plano ortogonal, diseñadas y construidas en períodos posteriores.

Las ciudades, y en particular los conjuntos históricos, no solo son espacios físicos. Son espacios económicos, multifuncionales, donde se entremezclan funciones comerciales, residenciales o de servicios. Son espacios sociales, espacios públicos, con sus singularidades. Son considerados lugares relacionados con la percepción de los ciudadanos y la identificación social. Lugares vividos, lugares transitados, lugares identificados, lugares con carácter.

Los conjuntos históricos urbanos forman parte del patrimonio cultural territorial. En ellos se han ido configurando barrios de diferentes períodos históricos (romanos, árabes, medievales „de ahí las juderías o las morerías„, modernos), edificios de la arquitectura civil o religiosa que constituyen testimonios de los poderes de antaño, topónimos del callejero relacionados con actividades o personajes históricos de la propia ciudad, espacios patrimoniales con una elevada consideración social, incluso paisajes intangibles valorados como patrimonio inmaterial. Nos referimos a unos espacios definidos por su complejidad.

Los conjuntos históricos urbanos se encuentran hoy, como ayer, ante no pocos retos, que requieren respuestas capaces de asentar las bases de las futuras ciudades del siglo XXI. Nos referimos a la configuración de barrios habitables, saludables, apetecibles y atractivos para sus habitantes, compatibles con un desarrollo urbanístico y económico, y respetuosos con los valores patrimoniales de estos conjuntos históricos urbanísticos. Es decir, cómo combinar el desarrollo y la conservación de lo existente, cómo abordar al mismo tiempo el crecimiento económico y la protección de los núcleos históricos.

En ese sentido es necesario optar por un modelo de acción integral territorial, previo diseño y posterior desarrollo y consolidación de funciones como la residencial, la comercial, la social (incluidos el ocio y el esparcimiento), o la turística relacionada con los recursos culturales, sin que la identidad cultural, el carácter del conjunto histórico urbano, se altere. En la Comunitat Valenciana hallamos casos en los cuales se apostó por un modelo de transformación de los centros históricos basado en criterios económicos, sin tener en cuenta su dimensión social y cultural. Se optó por una banalización del patrimonio histórico y los monumentos integrados en las ciudades históricas, una excesiva escenificación de la historia sin tener en cuenta la relación entre lo social y la ciudad, y una preferencia por la mejora de la imagen del espacio público. Una apuesta por el cuidado de las fachadas de los edificios, y un descuido de la identidad patrimonial de esos barrios tradicionales. El profesor Josep Montesinos, vecino del barrio del Carmen, ha señalado cómo el sentimiento de pertenencia a un barrio histórico ha dado paso a la ciudad espectáculo, ideada para visitantes y turistas, al margen de las necesidades reales de la población local. Se decidió un cambio de usos, nuevas funciones urbanas, que desdibujaron la ciudad histórica y que atrajeron en ocasiones a nuevos usuarios.

Desde estas líneas abogamos por la recuperación del carácter social de los barrios históricos de nuestras ciudades, de la recuperación de los espacios públicos de nuestras urbes y de las funciones tradicionales pero con un planteamiento adaptado a las nuevas circunstancias. Abogamos por la rehabilitación urbana que facilite la reactivación económica mediante la construcción con criterios de sostenibilidad y evite en lo posible la especulación, a la vez que pueda generar un efecto multiplicador en diversas actividades laborales y profesiones.

Unas acciones que deberían ir acompañadas de fórmulas que garanticen la participación, que faciliten vías para que los ciudadanos sean conocedores del qué se puede hacer, y partícipes de la toma de decisiones. Procesos de implicación social que deberían ir acompañados de estudios detallados de los conjuntos históricos, desde la perspectiva patrimonial, como es la identificación y análisis del objeto de estudio, la divulgación y la transferencia de conocimiento, la concienciación y la revalorización del patrimonio y la rehabilitación, la conservación del patrimonio arquitectónico, el patrimonio inmueble e inmaterial, y finalmente, la restitución y la puesta en valor.

¿Qué se debería hacer en los conjuntos patrimoniales urbanos? ¿Hablamos de nuevas funciones? No generalicemos. Observemos y analicemos antes de decidir. El conocimiento de un conjunto urbano histórico requiere de un análisis pluridisciplinar, un diagnóstico planteado desde varias áreas de estudio: la patrimonial, por supuesto, pero del mismo modo, la histórica, la urbanística, la económica, la política, la social, la artística, la movilidad interna y externa€ y, además, desde diversas escalas territoriales. Una ciudad es un sistema, y forma parte a la vez de otros sistemas. Nos referimos al barrio, a la ciudad, al término municipal, a la comarca, al sistema de ciudades€ y a sus relaciones, las diversas funciones entre ellas.

Los centros históricos valencianos, identificados en ocasiones como La Vila/La Villa (Requena, Alzira, Ontinyent€), así como los espacios intramuros de nuestras ciudades (un ejemplo significativo es el de Valencia, cuya muralla fue derribada en 1865), o los antiguos núcleos anexionados por el crecimiento de nuestras ciudades, hoy barrios (como son los casos del Cabanyal, Patraix o Benimaclet, en Valencia capital), forman parte de conjuntos históricos urbanísticos que reúnen suficientes argumentos como para que se planteen acciones de revitalización económica y social, de recuperación de sus funciones tradicionales (espacios públicos y residenciales, entre otras) y el desarrollo de otras nuevas (turismo cultural, por ejemplo). Y su protección patrimonial, claro.